viernes, 20 de mayo de 2011
PRIMO DE RIVERA
Primo de Rivera y Orbaneja, Miguel (1870-1930), militar y político español, jefe del gobierno y presidente del Directorio (dictador, 1923-1930). Nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz), de familia de tradición militar. Casado con Casilda Saénz de Heredia, tuvo seis hijos, entre los cuales el mayor era José Antonio, fundador de Falange Española.
El expediente Picasso, abierto para depurar responsabilidades por el desastre de Annual, así como el pendiente rescate de los prisioneros en manos de Abd-el-Krim creó un clima de gran malestar dentro del Ejército. En otro plano, una serie de actos terroristas sonados, como los asesinatos del presidente del gobierno Eduardo Dato (1921), o del cardenal de Zaragoza, Soldevilla (1923), acentuaron el deterioro social en medio de una situación económica cambiante (fin de la I Guerra Mundial).
Mientras, el gobierno de Manuel García Prieto, por su parte, no conseguía controlar la situación.
Nombrado jefe de gobierno, formó un Directorio Militar con personas de escaso relieve. En aras del control social sacrificó el sistema democrático mediante el uso de la censura de prensa, la persecución política o el cierre del Parlamento. Otro acto destacado de estos años (1923-1925) fue el desembarco de Alhucemas (1925).
Apoyado por parte del Ejército y por elementos de extrema derecha, Primo de Rivera intentó construir un régimen que sustituyera al caduco parlamentarismo que había tenido lugar durante la Restauración. Una Asamblea, constituida orgánicamente, debería ser la encargada de redactar una nueva constitución así como de aprobar otra serie de leyes fundamentales: Estatuto Municipal, Provincial, etc. Pero dicha Asamblea fracasó estrepitosamente.
Para dar cobertura al régimen, se creó desde arriba un partido, la Unión Patriótica Española (UPE). La idea de Primo era que la UPE funcionara como partido conservador; mientras los socialistas, reconvertidos en laboristas, servirían de alternancia. Fórmula que no llegó sin embargo a aplicarse.
En el campo hacendístico y de obras públicas es dónde el régimen consiguió sus mejores bazas. Calvo Sotelo logró aliviar la deuda pública y monopolizó algún sector clave: petróleo (Campsa). En obras públicas, al calor de la bonanza económica, se ampliaron y mejoraron carreteras, puertos y regadíos. Estas reformas fueron, sin embargo, truncadas en sus expectativas con el estallido del crash bursátil de Wall Street en 1929.
La oposición a la dictadura provenía de diferentes frentes: intelectuales (Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, etc.), estudiantes, políticos, sindicalistas y militares, especialmente artilleros. Ante la creciente oposición y la falta de apoyo de sus propios compañeros armas, Primo de Rivera presentó al rey Alfonso XIII su renuncia el 28 de enero de 1930, dejando tras de sí todo un cúmulo de problemas: nacionalismo, obrerismo, crisis económica e incluso la misma viabilidad del sistema monárquico. Murió el 17 de marzo de 1930 en París.
Carrera militar
En 1922 se le encargó la difícil capitanía militar de Barcelona, donde se encontró con un clima social y político muy enrarecido, proveniente de la hostilidad del catalanismo más radicalizado, del gran descontento social y del deterioro del orden público con pistolerismo incluido. Su política de firmeza le valió el apoyo del catalanismo conservador de la Lliga Regionalista.El expediente Picasso, abierto para depurar responsabilidades por el desastre de Annual, así como el pendiente rescate de los prisioneros en manos de Abd-el-Krim creó un clima de gran malestar dentro del Ejército. En otro plano, una serie de actos terroristas sonados, como los asesinatos del presidente del gobierno Eduardo Dato (1921), o del cardenal de Zaragoza, Soldevilla (1923), acentuaron el deterioro social en medio de una situación económica cambiante (fin de la I Guerra Mundial).
Mientras, el gobierno de Manuel García Prieto, por su parte, no conseguía controlar la situación.
La dictadura
El periodo en que Primo de Rivera ejerció el poder en España ha quedado dividido por la historiografía en dos etapas muy bien definidas.El Directorio Militar
El 13 de septiembre de 1923 Primo de Rivera, tras la consulta al resto de los capitanes generales y con el visto bueno del propio rey Alfonso XIII, proclamó la dictadura, un régimen que partía de una gran improvisación doctrinal, como se trasluce del simplista y negativo manifiesto justificador.Nombrado jefe de gobierno, formó un Directorio Militar con personas de escaso relieve. En aras del control social sacrificó el sistema democrático mediante el uso de la censura de prensa, la persecución política o el cierre del Parlamento. Otro acto destacado de estos años (1923-1925) fue el desembarco de Alhucemas (1925).
El Directorio Civil
Tras los éxitos militares en Marruecos, Primo de Rivera, en lugar de retirarse, se perpetuó a través de un Directorio Civil instituido el 3 de diciembre de 1925, de entre cuyos miembros destacaban Martínez Anido (Gobernación), José Calvo Sotelo (Hacienda), Eduardo Aunós (Trabajo) y el conde de Guadalhorce (Fomento).Apoyado por parte del Ejército y por elementos de extrema derecha, Primo de Rivera intentó construir un régimen que sustituyera al caduco parlamentarismo que había tenido lugar durante la Restauración. Una Asamblea, constituida orgánicamente, debería ser la encargada de redactar una nueva constitución así como de aprobar otra serie de leyes fundamentales: Estatuto Municipal, Provincial, etc. Pero dicha Asamblea fracasó estrepitosamente.
Para dar cobertura al régimen, se creó desde arriba un partido, la Unión Patriótica Española (UPE). La idea de Primo era que la UPE funcionara como partido conservador; mientras los socialistas, reconvertidos en laboristas, servirían de alternancia. Fórmula que no llegó sin embargo a aplicarse.
En el campo hacendístico y de obras públicas es dónde el régimen consiguió sus mejores bazas. Calvo Sotelo logró aliviar la deuda pública y monopolizó algún sector clave: petróleo (Campsa). En obras públicas, al calor de la bonanza económica, se ampliaron y mejoraron carreteras, puertos y regadíos. Estas reformas fueron, sin embargo, truncadas en sus expectativas con el estallido del crash bursátil de Wall Street en 1929.
La oposición a la dictadura provenía de diferentes frentes: intelectuales (Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, etc.), estudiantes, políticos, sindicalistas y militares, especialmente artilleros. Ante la creciente oposición y la falta de apoyo de sus propios compañeros armas, Primo de Rivera presentó al rey Alfonso XIII su renuncia el 28 de enero de 1930, dejando tras de sí todo un cúmulo de problemas: nacionalismo, obrerismo, crisis económica e incluso la misma viabilidad del sistema monárquico. Murió el 17 de marzo de 1930 en París.
SEMANA TRÁGICA DE BARCELONA
La Semana Tr�gica de Barcelona es el periodo comprendido entre el 25 de julio y el 1 de agosto de 1909. En Barcelona estall� una revoluci�n y sus calles quedaron en manos de los revolucionarios socialistas, radicales y anarquistas, las consecuencias afectaron gravemente a las personas y las cosas. Hubo duras repercusiones en el cintur�n de Barcelona y espor�dicas en otras provincias.
Levantamiento de barricadas en Barcelona.
Las barricadas en las calle de Barcelona, ha empezado la revoluci�n. Parece que el chispazo que encendi� la mecha fue el anuncio realizado por el gobierno de Maura el 11 de julio de 1909 para que los reservistas se incorporaran al servicio activo en Marruecos. El motivo era defender las instalaciones industriales de empresas espa�ola que estaban siendo atacadas tribus rife�as , asegurando de esta manera el abastecimiento de los minerales de hierro a sus factor�as.
Las tropas rifeñas habían atacado a los trabajadores que construían el ferrocarril minero en la zona de Beni-Fru-Ifrur a las puertas de Melilla. Los combates causaron serias bajas entre las tropas españolas. Importantes son los números de muertos en el Barranco del Infierno, el Barranco del Lobo y el Monte Gurugú, bastión rebelde que domina la ciudad de Melilla , por lo que se requierían urgentes refuerzos que atiende el Gobierno de Maura decretando el envío de varios Batallones de guarnición en Barcelona que comienzan a embarcar en su puerto el 11 de Julio.
Los tres protagonistas: Ferrer (anarquista), Pablo Iglesias (UGT) y Alejandro Lerroux ( P.Radical) Todo comenz� en el puerto de Barcelona, donde se vivieron escenas dram�ticas de despedida de los reservistas en el momento del embarque para Marruecos. Los reservistas eran trabajadores y en su mayor�a padres de familia que al no poder pagar los 6000 reales requeridos para librarse de la llamada a filas, ten�an que abandonar a sus familias y correr el riesgo de morir en combate contra los moros. El hecho es utilizado por los agitadores anarquistas y activistas socialistas. Los grupos revolucionarios se presentaron en el puerto para exaltar a la multitud contra los embarques intentando evitarlos. A partir de entonces y debido a la lógica intervención de la fuerza pública para contenerlos, comienzan los disturbios que se extienden rápidamente por la ciudad, obligando al Gobierno a decretar el “estado de guerra” y reforzar a la Policía con la Guardia Civil.
Numeras iglesias y conventos fueron incendiados, en la imagen se aprecian 6 columnas de humos EL 18 de julio ( abr�a que recopilar los hechos relevantes ocurridos en la historia de Espa�a los 18 de julios ) , Pablo Iglesias propuso en un mitin una huelga general contra la guerra y a favor de la paz, con todas sus consecuencias. La situaci�n empeor� el 21 de julio, cuando los socialistas catalanes exigieron a la secretar�a general de Madrid de su partido proclamara la huelga general en toda Espa�a.
El 24 de julio, anarquistas de Barcelona, formaron un Comit� de huelga, recorrieron la ciudad reuniendo dinero para el fondo de resistencia. Finalmente el comit� de huelga estuvo formado por los republicanos radicales (Leroux), los socialistas junto con la UGT y los anarquista de Solidaridad Obrera. El objetivo , la huelga general revolucionaria.
La quema de conventos e iglesias Los cuarteles de la Guardia Civil y las comisar�as de polic�a , fueron atacados por los revolucionarios, mientras que los cuarteles militares pasaban inicialmente desapercibidos. Las l�neas del tren fueron dinamitada, y Barcelona qued� aislada por un tiempo, para los dos bandos.
Los revolucionarios toman las calles de Barcelona El martes 27 de julio la violencia revolucionaria se dirigi� contra la iglesia cat�lica , desencaden�ndose la persecuci�n religiosa que dur� hasta el fin de la misma sublevaci�n. Fueron incendiadas 12 iglesias parroquiales y 52 conventos con sus respectivos templos. Desaparecieron innumerables obras de arte y valios�simas bibliotecas. Se profanaron los cementerios de las religiosas, y despu�s de exhumar los cuerpos, los depositaron en las aceras de la v�a p�blica. Las escenas eran dantescas, se llega incluso �en un loco carnaval�, a bailar abrazados a las momias de las monjas del convento de la Jer�nimas.
Los grupos anarquistas y socialistas en su afan revolucionario , también quemaron colegios regidos por religiosos, bibliotecas y colegios municipales; volcaron tranvías, y en el centro de Barcelona aparecieron numerosas barricadas.
Exhumaci�n de los cad�veres de los conventos
Los depositaron en las aceras de la v�a p�blica El capit�n general logra sofocar la revuelta al terminar el mes de julio mediante columnas mixtas del ej�rcito y la Guardia Civil.
La revoluci�n en Barcelona finaliz� el s�bado 31 de julio . Al final, la Semana Tr�gica dej� un balance de 75 civiles y 8 militares muertos, adem�s de cientos de heridos y numerosos destrozos en la ciudad .El n�mero de sacerdotes asesinados por la c�lera fue de 3 y una gran n�mero de religiosos heridos.
Salida del entierro de los fallecidos durante la revuelta
Francisco Ferrer y Guardia es detenido
Alrededor de 450 personas fueron juzgadas y condenadas , 17 fueron condenados a muerte, aunque s�lo se ejecutaron a 5, uno de los ejecutados fue Francisco Ferrer y Guardia. Ferrer era un aut�ntico anarquista revolucionario, que ten�a la esperanza de que la huelga general se convirtiera en una revoluci�n. En la madrugada del 13 de octubre de 1909, Ferrer fue fusilado en el castillo de Monjuich.
Juicio de Francisco Ferrer y Guardia
Francisco Ferrer y Guardia en el banquillo
Fusilamiento de Ferrer en el Castillo de Monjuich Despu�s vino la traici�n de Alfonso XIII a Maura. El rey cede al chantaje del Bloque de izquierdas al r�gimen y el 21 de octubre de 1909, Maura acude solo al palacio del rey y sin dejar decir una palabra, Alfonso XIII le admite una renuncia que Maura no le hab�a presentado. Maura coment� a sus ministros a la vuelta de la visita, llegu� a palacio y el rey me dijo � No esperaba yo menos de su patriotismo. Qu� gran servicio presta usted a la monarqu�a� . Antonio Maura confesar�a a sus hijos, � me ha fallado el muelle real�
Alfonso XIII y Maura
Levantamiento de barricadas en Barcelona.
Las barricadas en las calle de Barcelona, ha empezado la revoluci�n. Parece que el chispazo que encendi� la mecha fue el anuncio realizado por el gobierno de Maura el 11 de julio de 1909 para que los reservistas se incorporaran al servicio activo en Marruecos. El motivo era defender las instalaciones industriales de empresas espa�ola que estaban siendo atacadas tribus rife�as , asegurando de esta manera el abastecimiento de los minerales de hierro a sus factor�as.
Las tropas rifeñas habían atacado a los trabajadores que construían el ferrocarril minero en la zona de Beni-Fru-Ifrur a las puertas de Melilla. Los combates causaron serias bajas entre las tropas españolas. Importantes son los números de muertos en el Barranco del Infierno, el Barranco del Lobo y el Monte Gurugú, bastión rebelde que domina la ciudad de Melilla , por lo que se requierían urgentes refuerzos que atiende el Gobierno de Maura decretando el envío de varios Batallones de guarnición en Barcelona que comienzan a embarcar en su puerto el 11 de Julio.
Los tres protagonistas: Ferrer (anarquista), Pablo Iglesias (UGT) y Alejandro Lerroux ( P.Radical) Todo comenz� en el puerto de Barcelona, donde se vivieron escenas dram�ticas de despedida de los reservistas en el momento del embarque para Marruecos. Los reservistas eran trabajadores y en su mayor�a padres de familia que al no poder pagar los 6000 reales requeridos para librarse de la llamada a filas, ten�an que abandonar a sus familias y correr el riesgo de morir en combate contra los moros. El hecho es utilizado por los agitadores anarquistas y activistas socialistas. Los grupos revolucionarios se presentaron en el puerto para exaltar a la multitud contra los embarques intentando evitarlos. A partir de entonces y debido a la lógica intervención de la fuerza pública para contenerlos, comienzan los disturbios que se extienden rápidamente por la ciudad, obligando al Gobierno a decretar el “estado de guerra” y reforzar a la Policía con la Guardia Civil.
Numeras iglesias y conventos fueron incendiados, en la imagen se aprecian 6 columnas de humos EL 18 de julio ( abr�a que recopilar los hechos relevantes ocurridos en la historia de Espa�a los 18 de julios ) , Pablo Iglesias propuso en un mitin una huelga general contra la guerra y a favor de la paz, con todas sus consecuencias. La situaci�n empeor� el 21 de julio, cuando los socialistas catalanes exigieron a la secretar�a general de Madrid de su partido proclamara la huelga general en toda Espa�a.
El 24 de julio, anarquistas de Barcelona, formaron un Comit� de huelga, recorrieron la ciudad reuniendo dinero para el fondo de resistencia. Finalmente el comit� de huelga estuvo formado por los republicanos radicales (Leroux), los socialistas junto con la UGT y los anarquista de Solidaridad Obrera. El objetivo , la huelga general revolucionaria.
La quema de conventos e iglesias Los cuarteles de la Guardia Civil y las comisar�as de polic�a , fueron atacados por los revolucionarios, mientras que los cuarteles militares pasaban inicialmente desapercibidos. Las l�neas del tren fueron dinamitada, y Barcelona qued� aislada por un tiempo, para los dos bandos.
Los revolucionarios toman las calles de Barcelona El martes 27 de julio la violencia revolucionaria se dirigi� contra la iglesia cat�lica , desencaden�ndose la persecuci�n religiosa que dur� hasta el fin de la misma sublevaci�n. Fueron incendiadas 12 iglesias parroquiales y 52 conventos con sus respectivos templos. Desaparecieron innumerables obras de arte y valios�simas bibliotecas. Se profanaron los cementerios de las religiosas, y despu�s de exhumar los cuerpos, los depositaron en las aceras de la v�a p�blica. Las escenas eran dantescas, se llega incluso �en un loco carnaval�, a bailar abrazados a las momias de las monjas del convento de la Jer�nimas.
Los grupos anarquistas y socialistas en su afan revolucionario , también quemaron colegios regidos por religiosos, bibliotecas y colegios municipales; volcaron tranvías, y en el centro de Barcelona aparecieron numerosas barricadas.
Exhumaci�n de los cad�veres de los conventos
Los depositaron en las aceras de la v�a p�blica El capit�n general logra sofocar la revuelta al terminar el mes de julio mediante columnas mixtas del ej�rcito y la Guardia Civil.
La revoluci�n en Barcelona finaliz� el s�bado 31 de julio . Al final, la Semana Tr�gica dej� un balance de 75 civiles y 8 militares muertos, adem�s de cientos de heridos y numerosos destrozos en la ciudad .El n�mero de sacerdotes asesinados por la c�lera fue de 3 y una gran n�mero de religiosos heridos.
Salida del entierro de los fallecidos durante la revuelta
Francisco Ferrer y Guardia es detenido
Alrededor de 450 personas fueron juzgadas y condenadas , 17 fueron condenados a muerte, aunque s�lo se ejecutaron a 5, uno de los ejecutados fue Francisco Ferrer y Guardia. Ferrer era un aut�ntico anarquista revolucionario, que ten�a la esperanza de que la huelga general se convirtiera en una revoluci�n. En la madrugada del 13 de octubre de 1909, Ferrer fue fusilado en el castillo de Monjuich.
Juicio de Francisco Ferrer y Guardia
Francisco Ferrer y Guardia en el banquillo
Fusilamiento de Ferrer en el Castillo de Monjuich Despu�s vino la traici�n de Alfonso XIII a Maura. El rey cede al chantaje del Bloque de izquierdas al r�gimen y el 21 de octubre de 1909, Maura acude solo al palacio del rey y sin dejar decir una palabra, Alfonso XIII le admite una renuncia que Maura no le hab�a presentado. Maura coment� a sus ministros a la vuelta de la visita, llegu� a palacio y el rey me dijo � No esperaba yo menos de su patriotismo. Qu� gran servicio presta usted a la monarqu�a� . Antonio Maura confesar�a a sus hijos, � me ha fallado el muelle real�
Alfonso XIII y Maura
JOSE CANALEJAS
(José Canalejas y Méndez; El Ferrol, 1854 - Madrid, 1912) Político español. Este abogado madrileño se dedicó a la política tras fracasar en las oposiciones a catedrático de universidad. Procedente del Partido Demócrata Progresista, al producirse la Restauración borbónica se incorporó al Partido Liberal de Sagasta. Fue ocupando cargos políticos de importancia creciente: diputado desde 1881, subsecretario de la Presidencia (1883), ministro de Fomento (1888), de Gracia y Justicia (1888-90), de Hacienda (1894-95) y de Agricultura, Industria y Comercio (1902); desde ese último departamento impulsó la creación del Instituto del Trabajo.
A raíz de la Guerra de Cuba (1895-98), que puso fin al dominio colonial español en las Antillas, Canalejas empezó sus ataques contra el líder y fundador del partido, destacándose como cabeza de una corriente izquierdista que defendía ideas democráticas y anticlericales.
En 1910 consiguió unificar transitoriamente las diversas corrientes que pugnaban en el interior del liberalismo, aupándose a la Presidencia del Consejo de Ministros; durante más de dos años y medio impulsó desde el gobierno un programa de reformas: abolió la Contribución de Consumos, estableció el servicio militar obligatorio y limitó la instalación de órdenes religiosas («Ley del candado»).
Visitó Marruecos con el rey Alfonso XIII en 1911 y ordenó la ocupación de Larache, Arcila y Alcazarquivir en respuesta a la ocupación francesa de Fez; las negociaciones que inició con los franceses conducirían, poco después de su muerte, al establecimiento de un protectorado conjunto en Marruecos.
En materia de orden público, hubo de emplear la fuerza para reprimir el intento de sublevación republicana de 1911 (motín del guardacostas Numancia y sucesos de Cullera) y la huelga ferroviaria de 1912. Pero no realizó las esperadas reformas políticas que habían de transformar el régimen liberal en una verdadera democracia, acabando con el caciquismo y el fraude electoral. Fue asesinado por un anarquista cuando miraba el escaparate de una librería en la Puerta del Sol, abriéndose desde entonces una larga pugna por el liderazgo del Partido Liberal.
ANTONIO MAURA
(Antonio Maura y Montaner; Palma de Mallorca, 1853 - Torrelodones, 1925) Político español. Jefe del Partido Conservador y ministro y presidente del Gobierno en diferentes ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII, intentó introducir en el sistema de la Restauración una serie de reformas radicales que acabaron por fracasar.
Estudió Derecho en Madrid y en 1878 se casó con la hermana menor de Germán Gamazo, uno de los más destacados políticos del Partido Liberal. Comenzó su carrera política de la mano de su cuñado. En 1881 es elegido diputado por Palma de Mallorca, y se mantiene siempre en la línea gamacista frente a Sagasta. En 1886 es vicepresidente del Congreso y, seis años más tarde, ocupa el cargo de ministro de Ultramar.
Desde su ministerio publicó varios decretos sobre la administración municipal de las Islas Filipinas, y presentó un Proyecto de Ley para el gobierno y administración civil de Cuba y Puerto Rico, en el que se distribuían las competencias entre la administración central de la metrópolis y los respectivos gobiernos insulares. Las polémicas y la gran oposición que suscitó el proyecto provocaron la dimisión de Maura. En 1885 vuelve a formar parte del gabinete de Sagasta, haciéndose cargo de las carteras de Gracia y Justicia.
El denominado "Desastre de 1898" le llevó a adoptar una actitud de censura contra la política de la Restauración. Formuló su doctrina política, basada en lo que denominó "revolución desde arriba", como solución para evitar el desarrollo de un proceso revolucionario. Se hacía imprescindible, según Maura, realizar reformas que se basaran en una radical moralidad, y que se llevaran a cabo por un gobierno que fuese capaz de mantener con energía el principio de autoridad.
Tras la muerte de Gamazo, pasó a liderar el Partido Liberal, hasta 1902, año en que se incorpora al Partido Conservador. Formó parte del Gobierno de Silvela, ocupando la cartera de la Gobernación. Y en 1903 se hizo cargo de la dirección de las elecciones municipales. Su decidida intención de acabar con la corrupción, mediante el ataque a las bases del caciquismo local, provocó una fuerte oposición contra su persona.
Este mismo año, Maura se hace cargo de la jefatura del Partido Conservador, tras la dimisión de Silvela, y, en el mes de diciembre, es el encargado de formar gobierno. Entonces, desde su nueva posición, elabora un proyecto de administración con tendencias regionalistas, con el objetivo de resolver el problema catalán y acabar con la corrupción electoral. Su proyecto y las continuas divergencias con el rey Alfonso XIII le procuraron fuertes oposiciones, por lo que presentó su dimisión a finales de diciembre de 1904, año en el que también fue objeto de un atentado en Barcelona.
En 1907 se le llama de nuevo para formar gobierno. Es el comienzo de su etapa más decisiva en el mundo político. Puso en práctica una amplia reforma legislativa que afectó, especialmente, a la Ley Electoral y a la Ley de Huelga. En política exterior, realizó una gran actividad: la negociación de los acuerdos de Cartagena, en los que España, Francia e Inglaterra reconocen su interés común en el Mediterráneo. También reorganizó la Marina, lo que le creó gran impopularidad entre el sector de la industria naval. Y realizó fuertes campañas contra el terrorismo catalán.
La brutal represión que hace su gobierno de la "Semana Trágica de Barcelona", en 1909, fue el motivo inmediato que le obligó a dimitir. Al año siguiente volvió a ser de nuevo blanco fallido de los terroristas en la Ciudad Condal. En 1913 renunció a su cargo de jefe del Partido Conservador. A partir de este momento, se conviertió en el "gran solitario" y se mantuvo apartado del poder durante largo tiempo.
En 1918, ya como jefe del Partido Maurista, es llamado por el Rey para presidir un Gobierno de Concentración, que fracasó. Posteriormente, tras el "Desastre de Annual", en Marruecos, el 21 de julio de 1921, Maura volvió a acceder al poder, ocupándose del Ministerio de la Guerra: sus intentos por solucionar el desorden en Marruecos serían fuertemente contestados por las Juntas Militares, lo que, unido a los escasos resultados en su gestión, provocaría de nuevo su dimisión. Alejado de la política, murió en su casa de la localidad madrileña de Torrelodones, en 1925. Legó, además de sus interesantes reformas, una gran cantidad de discursos, fruto de su excelente oratoria.
martes, 10 de mayo de 2011
Alfonso XIII
Alfonso XIII no heredó una corona en mayo de 1902; fue más bien sucesor de la España del 98, la del desastre que convive con el final de una digna Regencia, la del turno partidario y la poesía de una generación solidaria, el país del despertar a la industria y el espejismo africanista.
Cien años de la jura de Alfonso XIII
El año 1902 fue clave en la vida de Don Alfonso, hijo póstumo de Alfonso XII, que con 16 años se convirtió en Rey de España, después de que su madre, Doña María Cristina, ocupara la regencia durante 17 años.
Antes de esa fecha histórica, quien estaba a punto de convertirse en Alfonso XIII escribió en su diario una visión de la España de la época de forma lúcida, real y premonitoria para un joven que el 1 de enero de 1902 tenía 15 años. El texto que dejó para la Historia dice:
«En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de suma trascendencia tal y como están las cosas, porque de mí depende si ha de quedar en España la Monarquía Borbónica o la República. Porque yo me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que la saque de esa situación; la reforma social a favor de las clases necesitadas; el Ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos; la Marina sin barcos; la bandera ultrajada [subrayado en el original]; los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etcétera... En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un Rey que se llene de gloria regenerando la Patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado, pero también puedo ser un Rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y, por fin, puesto en la frontera. Yo siempre tendré a manera de ángel custodio a mi Madre. Segundo ejemplar que nuestra Historia presenta; el primero, Dª María de Molina; el segundo, Dª María Cristina de Austria. Don Fernando IV pidió cuentas a su madre; mas yo eso nunca lo haré. Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la Patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España».
El 17 de mayo Don Alfonso cumplió 16 años, y fue ésa la fecha fijada para que jurara la Constitución (el término «coronación» no es correcto, ya que esa ceremonia no existía ya en España y, de hecho, la corona y cetro permanecieron en la ceremonia sobre un almohadón carmesí) y convertirse en Rey de España. Tal como ordenaba el artículo 45 de la Constitución, el Monarca prestó juramento ante las Cortes, en la persona del presidente de la Cámara Baja, el marqués de la Vega de Armijo, por ser de mayor edad que el presidente del Senado, Eugenio Montero Ríos. La fórmula fue: «Juro por Dios, sobre los Santos Evangelios, guardar la Constitución y las leyes. Si así lo hiciere, Dios me lo premie, y si no, me lo demande».
Los cronistas de la época destacaron la brillantez del breve y solemne acto celebrado en el Salón de Sesiones, al que acudieron los representantes de las grandes potencias, el cuerpo diplomático acreditado en España, diputados y senadores, caballeros de las órdenes militares, así como el gobierno presidido por el septuagenario Práxedes Mateo Sagasta.
A la Jura del Rey acudieron representantes de más de treinta países. Entre otros, viajaron a Madrid el príncipe Alberto de Prusia (en representación del kaiser Guillermo II); el príncipe Arturo de Inglaterra, duque de Connaught (en representación de su hermano Eduardo VII); el archiduque Carlos Esteban -hermano de Doña María Cristina, representando al emperador Francisco José de Austria-, el duque de Génova; el príncipe Christian Carlos de Dinamarca; el príncipe Nicolás de Grecia; el príncipe Tomás Alberto de Saboya, en representación de Italia; el príncipe Eugenio de Suecia y Noruega, el gran duque Vladimir Alejandrovich, tío del zar de Rusia; el Infante Don Alfonso de Portugal; el príncipe Mirza Riza Khan, de Persia, el príncipe heredero Maja Vajiravudh, de Siam; el príncipe Hamet Ben Mahomet Torres, de Marruecos; el príncipe heredero Luis de Mónaco; el príncipe de Calabria; el nuncio apostólico, monseñor Rinaldini; Jabez Curry, en representación de EEUU; el teniente general Florentin, por Francia; Jenaro de Borbón, y una nutrida representación de los países iberoamericanos.
Las delegaciones extranjeras otorgaron al Monarca, entre otras, las condecoraciones de la Orden de la Jarretera, de Inglaterra; el Águila Negra, de Prusia; la Legión de Honor francesa; la de San Juan, de Malta; la de los Serafines, de Suecia y Noruega; la de San Andrés, de Rusia; la de San Esteban, de Hungría; la danesa del Elefante Blanco; la italiana de la Annunziata; la de Leopoldo, de Bélgica; y la del Crisantemo, de Japón.
Uniforme de capitán general
Tras la ceremonia, el Rey, con uniforme de capitán general del Ejército, y Doña María Cristina se encaminaron hacia la basílica de San Francisco el Grande, donde se celebró un Te Deum de acción de gracias, en la carroza real tirada por ocho caballos tordos, empenachados de blanco con trenzaduras de blanco y oro.
Ese mismo día, Alfonso XIII presidió su primer Consejo, aunque ya había asistido como oyente a los últimos celebrados el 24 de abril y el 11 de mayo, presididos todavía por la Reina regente. En sus «Notas de una vida», el conde de Romanones relata aquella primera reunión:
«Tras breves palabras de salutación de Sagasta, dichas con voz apagada, reveladora de su fatiga, el Rey, como si en vida hubiera hecho otra cosa que presidir ministros, con gran desenvoltura, dirigiéndose al de la Guerra en tono imperativo, le sometió a detenido interrogatorio acerca de las causas motivadoras del cierre decretado de las Academias militares. Amplia explicación, amplia para su acostumbrado laconismo, le dio el general Weyler; no quedó satisfecho Don Alfonso, opinando que debían abrirse de nuevo. Replicó D. Valeriano con respetuosa energía, y cuando la discusión tomaba peligroso giro, la cortó Sagasta, haciendo suyo el criterio del Rey, resultando con esto vencido el ministro de la Guerra. Después de breve pausa, el Monarca, tomando en su mano la Constitución, leyó el caso octavo del artículo 54, y, a manera de comentario, dijo: Como ustedes acaban de escuchar, la Constitución me confiere la concesión de honores, títulos y grandezas; por eso les advierto que el uso de este derecho me lo reservo por completo . Gran sorpresa nos produjeron estas palabras. El duque de Veragua, heredero de los mas ilustres blasones de la nobleza española y de espíritu liberal probado, opuso a las palabras del Rey sencilla réplica: pidiéndole su venia, leyó el párrafo segundo del artículo 49, que dice: Ningún mandato del Rey puede llevarse a efecto si no está refrendado por un ministro . Aunque la materia no entrañaba importancia, sin embargo, en aquel brevísimo diálogo, se encerraba una lección de derecho constitucional»
La España del regeneracionismo
El término «regeneración» estaba en 1902 en boca de toda la sociedad dirigente, ya fuera el regeneracionismo monárquico «desde dentro» representado por la ortodoxia canovista o el rupturista republicano defendido por Alejandro Lerroux y Pablo Iglesias. En el plano económico, España registra en el primer tercio del siglo XX un proceso de crecimiento, el desarrollo del sindicalismo y un camino modernizador incuestionable. España era entonces un país agrícola y minero, con Cataluña como protagonista del cambio industrial; en 1902 se crea Altos Hornos, nace el Banco Hispanoamericano (1901) y el Crédito Mobiliario se convierte en Banco Español de Crédito (1902).
El crecimiento de la población era inferior al europeo a causa del índice de mortalidad, que en nuestro país alcanzaba casi el 30 por ciento, frente al 15 de la media europea. Otras comparaciones hacen innecesarios los comentarios: el analfabetismo en España superaba el 60 por ciento (en algunas provincias andaluzas alcanzaba el 80), mientras que en Francia no llegaba al 25.
El 10 por ciento de la población se desplaza en ese periodo del campo a la ciudad, de tal modo que Madrid y Barcelona reciben medio millón de habitantes. En cuanto a la emigración a Iberoamérica, se trasladaron más de 300.000 españoles.
No son pocos los autores que califican a Alfonso XIII como un Rey regeneracionista. Carlos Seco Serrano, en «Alfonso XIII», va más allá al hablar del reinado como «el de un sorprendente renacimiento en todos los órdenes -no sólo en el evidente de la cultura: segunda edad de oro de nuestras letras y artes, sino también en el de los planteamientos políticos y la apertura social-.», y añade que «se esforzó, a lo largo de treinta años, por evitar lo que tras su caída se hizo inevitable: la Guerra Civil».
Madariaga, en su ensayo «España» (1930) escribe: «Bajo Alfonso XIII, España llega a ser nación industrial, alcanza el mayor nivel de población desde época romana, retorna a adornar el mundo de la cultura, que casi había abandonado desde que con tanto esplendor brilló en el siglo XVI, vuelve a plena participación en la política internacional durante la guerra europea y al abrirse la cuestión de Marruecos; reconquista espiritualmente la América que había descubierto, poblado, civilizado y perdido, y, por último, ve grandes problemas sociales y nacionales surgir en su vida interior y estimular su pensamiento político».
Javier Aguilar. La Razón Golpe de Primo de Rivera, el ocaso del Reinado
En 1923, el golpe militar de Miguel Primo de Rivera fue la solución de fuerza adoptada ante la crisis. El rey aceptó el hecho. Esta dictadura fue bien recibida por muchos sectores sociales en los primeros años. En 1925, con el desembarco de Alhucemas, se terminó con la guerra de Marruecos. Se produjo un restablecimiento del orden social así como un mayor desarrollo de las obras públicas. Más tarde, en 1930, y después del fracaso de Primo de Rivera, Alfonso XIII intentó restaurar el orden constitucional, pero los partidos republicanos, socialistas y regionalistas de izquierda lucharon unidos contra la monarquía. Las elecciones municipales del 13 de abril de 1931 dieron el triunfo en la mayoría de las ciudades a socialistas y republicanos. Fue entonces, cuando el monarca, para evitar una lucha civil abandonó el país, proclamándose la II República el 14 de abril de 1931.
Los últimos años de su vida los pasó en Roma, donde murió el 28 de febrero de 1941 a la edad de cincuenta y cuatro años cubierto con el manto de la Virgen del Pilar. Su último recuerdo fue para España. Fue enterrado en Roma y junto a su cuerpo se depositó un saco con tierra de todas las provincias españolas. Posteriormente, en 1980, sus restos fueron trasladados al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial donde reposan en la actualidad.
Cien años de la jura de Alfonso XIII
El año 1902 fue clave en la vida de Don Alfonso, hijo póstumo de Alfonso XII, que con 16 años se convirtió en Rey de España, después de que su madre, Doña María Cristina, ocupara la regencia durante 17 años.
Antes de esa fecha histórica, quien estaba a punto de convertirse en Alfonso XIII escribió en su diario una visión de la España de la época de forma lúcida, real y premonitoria para un joven que el 1 de enero de 1902 tenía 15 años. El texto que dejó para la Historia dice:
«En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de suma trascendencia tal y como están las cosas, porque de mí depende si ha de quedar en España la Monarquía Borbónica o la República. Porque yo me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que la saque de esa situación; la reforma social a favor de las clases necesitadas; el Ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos; la Marina sin barcos; la bandera ultrajada [subrayado en el original]; los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etcétera... En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un Rey que se llene de gloria regenerando la Patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado, pero también puedo ser un Rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y, por fin, puesto en la frontera. Yo siempre tendré a manera de ángel custodio a mi Madre. Segundo ejemplar que nuestra Historia presenta; el primero, Dª María de Molina; el segundo, Dª María Cristina de Austria. Don Fernando IV pidió cuentas a su madre; mas yo eso nunca lo haré. Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la Patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España».
El 17 de mayo Don Alfonso cumplió 16 años, y fue ésa la fecha fijada para que jurara la Constitución (el término «coronación» no es correcto, ya que esa ceremonia no existía ya en España y, de hecho, la corona y cetro permanecieron en la ceremonia sobre un almohadón carmesí) y convertirse en Rey de España. Tal como ordenaba el artículo 45 de la Constitución, el Monarca prestó juramento ante las Cortes, en la persona del presidente de la Cámara Baja, el marqués de la Vega de Armijo, por ser de mayor edad que el presidente del Senado, Eugenio Montero Ríos. La fórmula fue: «Juro por Dios, sobre los Santos Evangelios, guardar la Constitución y las leyes. Si así lo hiciere, Dios me lo premie, y si no, me lo demande».
Los cronistas de la época destacaron la brillantez del breve y solemne acto celebrado en el Salón de Sesiones, al que acudieron los representantes de las grandes potencias, el cuerpo diplomático acreditado en España, diputados y senadores, caballeros de las órdenes militares, así como el gobierno presidido por el septuagenario Práxedes Mateo Sagasta.
A la Jura del Rey acudieron representantes de más de treinta países. Entre otros, viajaron a Madrid el príncipe Alberto de Prusia (en representación del kaiser Guillermo II); el príncipe Arturo de Inglaterra, duque de Connaught (en representación de su hermano Eduardo VII); el archiduque Carlos Esteban -hermano de Doña María Cristina, representando al emperador Francisco José de Austria-, el duque de Génova; el príncipe Christian Carlos de Dinamarca; el príncipe Nicolás de Grecia; el príncipe Tomás Alberto de Saboya, en representación de Italia; el príncipe Eugenio de Suecia y Noruega, el gran duque Vladimir Alejandrovich, tío del zar de Rusia; el Infante Don Alfonso de Portugal; el príncipe Mirza Riza Khan, de Persia, el príncipe heredero Maja Vajiravudh, de Siam; el príncipe Hamet Ben Mahomet Torres, de Marruecos; el príncipe heredero Luis de Mónaco; el príncipe de Calabria; el nuncio apostólico, monseñor Rinaldini; Jabez Curry, en representación de EEUU; el teniente general Florentin, por Francia; Jenaro de Borbón, y una nutrida representación de los países iberoamericanos.
Las delegaciones extranjeras otorgaron al Monarca, entre otras, las condecoraciones de la Orden de la Jarretera, de Inglaterra; el Águila Negra, de Prusia; la Legión de Honor francesa; la de San Juan, de Malta; la de los Serafines, de Suecia y Noruega; la de San Andrés, de Rusia; la de San Esteban, de Hungría; la danesa del Elefante Blanco; la italiana de la Annunziata; la de Leopoldo, de Bélgica; y la del Crisantemo, de Japón.
Uniforme de capitán general
Tras la ceremonia, el Rey, con uniforme de capitán general del Ejército, y Doña María Cristina se encaminaron hacia la basílica de San Francisco el Grande, donde se celebró un Te Deum de acción de gracias, en la carroza real tirada por ocho caballos tordos, empenachados de blanco con trenzaduras de blanco y oro.
Ese mismo día, Alfonso XIII presidió su primer Consejo, aunque ya había asistido como oyente a los últimos celebrados el 24 de abril y el 11 de mayo, presididos todavía por la Reina regente. En sus «Notas de una vida», el conde de Romanones relata aquella primera reunión:
«Tras breves palabras de salutación de Sagasta, dichas con voz apagada, reveladora de su fatiga, el Rey, como si en vida hubiera hecho otra cosa que presidir ministros, con gran desenvoltura, dirigiéndose al de la Guerra en tono imperativo, le sometió a detenido interrogatorio acerca de las causas motivadoras del cierre decretado de las Academias militares. Amplia explicación, amplia para su acostumbrado laconismo, le dio el general Weyler; no quedó satisfecho Don Alfonso, opinando que debían abrirse de nuevo. Replicó D. Valeriano con respetuosa energía, y cuando la discusión tomaba peligroso giro, la cortó Sagasta, haciendo suyo el criterio del Rey, resultando con esto vencido el ministro de la Guerra. Después de breve pausa, el Monarca, tomando en su mano la Constitución, leyó el caso octavo del artículo 54, y, a manera de comentario, dijo: Como ustedes acaban de escuchar, la Constitución me confiere la concesión de honores, títulos y grandezas; por eso les advierto que el uso de este derecho me lo reservo por completo . Gran sorpresa nos produjeron estas palabras. El duque de Veragua, heredero de los mas ilustres blasones de la nobleza española y de espíritu liberal probado, opuso a las palabras del Rey sencilla réplica: pidiéndole su venia, leyó el párrafo segundo del artículo 49, que dice: Ningún mandato del Rey puede llevarse a efecto si no está refrendado por un ministro . Aunque la materia no entrañaba importancia, sin embargo, en aquel brevísimo diálogo, se encerraba una lección de derecho constitucional»
La España del regeneracionismo
El término «regeneración» estaba en 1902 en boca de toda la sociedad dirigente, ya fuera el regeneracionismo monárquico «desde dentro» representado por la ortodoxia canovista o el rupturista republicano defendido por Alejandro Lerroux y Pablo Iglesias. En el plano económico, España registra en el primer tercio del siglo XX un proceso de crecimiento, el desarrollo del sindicalismo y un camino modernizador incuestionable. España era entonces un país agrícola y minero, con Cataluña como protagonista del cambio industrial; en 1902 se crea Altos Hornos, nace el Banco Hispanoamericano (1901) y el Crédito Mobiliario se convierte en Banco Español de Crédito (1902).
El crecimiento de la población era inferior al europeo a causa del índice de mortalidad, que en nuestro país alcanzaba casi el 30 por ciento, frente al 15 de la media europea. Otras comparaciones hacen innecesarios los comentarios: el analfabetismo en España superaba el 60 por ciento (en algunas provincias andaluzas alcanzaba el 80), mientras que en Francia no llegaba al 25.
El 10 por ciento de la población se desplaza en ese periodo del campo a la ciudad, de tal modo que Madrid y Barcelona reciben medio millón de habitantes. En cuanto a la emigración a Iberoamérica, se trasladaron más de 300.000 españoles.
No son pocos los autores que califican a Alfonso XIII como un Rey regeneracionista. Carlos Seco Serrano, en «Alfonso XIII», va más allá al hablar del reinado como «el de un sorprendente renacimiento en todos los órdenes -no sólo en el evidente de la cultura: segunda edad de oro de nuestras letras y artes, sino también en el de los planteamientos políticos y la apertura social-.», y añade que «se esforzó, a lo largo de treinta años, por evitar lo que tras su caída se hizo inevitable: la Guerra Civil».
Madariaga, en su ensayo «España» (1930) escribe: «Bajo Alfonso XIII, España llega a ser nación industrial, alcanza el mayor nivel de población desde época romana, retorna a adornar el mundo de la cultura, que casi había abandonado desde que con tanto esplendor brilló en el siglo XVI, vuelve a plena participación en la política internacional durante la guerra europea y al abrirse la cuestión de Marruecos; reconquista espiritualmente la América que había descubierto, poblado, civilizado y perdido, y, por último, ve grandes problemas sociales y nacionales surgir en su vida interior y estimular su pensamiento político».
Javier Aguilar. La Razón Golpe de Primo de Rivera, el ocaso del Reinado
En 1923, el golpe militar de Miguel Primo de Rivera fue la solución de fuerza adoptada ante la crisis. El rey aceptó el hecho. Esta dictadura fue bien recibida por muchos sectores sociales en los primeros años. En 1925, con el desembarco de Alhucemas, se terminó con la guerra de Marruecos. Se produjo un restablecimiento del orden social así como un mayor desarrollo de las obras públicas. Más tarde, en 1930, y después del fracaso de Primo de Rivera, Alfonso XIII intentó restaurar el orden constitucional, pero los partidos republicanos, socialistas y regionalistas de izquierda lucharon unidos contra la monarquía. Las elecciones municipales del 13 de abril de 1931 dieron el triunfo en la mayoría de las ciudades a socialistas y republicanos. Fue entonces, cuando el monarca, para evitar una lucha civil abandonó el país, proclamándose la II República el 14 de abril de 1931.
Los últimos años de su vida los pasó en Roma, donde murió el 28 de febrero de 1941 a la edad de cincuenta y cuatro años cubierto con el manto de la Virgen del Pilar. Su último recuerdo fue para España. Fue enterrado en Roma y junto a su cuerpo se depositó un saco con tierra de todas las provincias españolas. Posteriormente, en 1980, sus restos fueron trasladados al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial donde reposan en la actualidad.
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