Lenin, cuyo verdadero nombre fue Vladimir Ilich Uliánov nació en Simbirsk, Rusia, (ahora llamada Uliánovsk en su honor) el 22 de abril de 1870 . Lenin es uno de los personajes más emblemáticos de la Rusia revolucionaria .
Fue hijo de Iliá Nikoláyevich Uliánov, funcionario y director de escuela que llegaría a ser Consejero de Estado del zar Nicolás II; el padre de Lenin buscaría desde su puesto la implementación de la educación gratuita en Rusia.
Lenin fue miembro de una familia numerosa, pero de entre todos sus hermanos con quien tuvo una relaciónmás cercana fue con Aleksandr , quien desde joven había abrazado el ideario del anarquismo, por sus ideas fue ejecutado en 1887, al participar en un atentado contra el zar Alejandro III. Este hecho marcaría a Lenin para siempre.
De niño fue reservado, destacó en la escuela, aunque su tempreamento era reservado y poco dado a las manifestaciones de afecto. Tuvo por maestro a Fiodor Kerensky, padre de Alexander Kerensky, líder menchevique y rival político suyo que se convertiría en el Primer Ministro del Gobierno Provisional tras la caída del zar.
Una de las posibles razones por las que eligió el nombre de Lenin es que lo hizo para contraponerlo al de su rival político Georgi Plejánov, quien se hacía llamar “Volgin”, por el río Volga. Lenin eligió el río Lena, de mayor extensión y corriente contraria al Volga.
El año de la ejecución de Aleksandr, Lenin hace su ingreso en la Facultad de Derecho de la Universidad de Kazán. A partir de la muerte su hermano, sus ideas políticas se radicalizarían.
En Kazán, inicia su actividad política dentro de círculos revolucionarios y es objeto de prisión por esa causa. Tras ser hecho prisionero, renuncia a su matrícula en la universidad. En 1887 sería deportado a una aldea de Kazán, donde estaría constantemente vigilado por la policía.
Intenta reingresar a la Universidad de Kazán, y tras varios intentos fallidos se le permite regresar a sus estudios en octubre de 1887; en Kazán se da a la tarea de estudiar a fondo El capital de Karl Marx y forma parte del círculo marxista que lidera Fedoséyev, Lenin será detenido por la policía el siguiente año por sus actividades dentro del círculo.
En 1892 consigue diplomarse en la universidad y ejerce como abogado. En 1893 se traslada a San Petersburgo en donde escribirá Acerca de la llamada cuestión de los mercados.
En 1894 se instala en Moscú, donde participará activamente en los círculos marxistas y obreros, escribirá nuevos textos contra las ideas populistas y comenzará a viajar por Europa donde analizará los movimientos revolucionarios europeos.
En 1896, es encarcelado y llevado a Siberia por sus ideas revolucionarias. Dos años después, se casará con Krúpskaya durante su exilio en Siberia y comenzará a escribir El desarrollo del capitalismo en Rusia.
En 1903, sus tesis sobre el marxismo leídas en el pleno del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, abrirán una brecha entre las dos facciones del partido: bolcheviques y mencheviques.
La revolución de 1905 sorprende a Lenin en Suiza, desde donde formulará la tesis de las causas del levantamiento. Su figura política comienza a crecer, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial.
Lenin funda un concepto nuevo del marxismo adecuándolo a la situación rusa de inicios del siglo XX, esta forma de socialismo recibiría el nombre –bajo el régimen stalinista- de marxismo leninismo.
Reconociendo la debilidad del gobierno provisional y las alianzas de los mencheviques con intereses burgueses, Lenin decide que la hora del proletariado ha llegado y propugna por el Soviet.
Lenin llega a Petrogrado la noche del 3 de abril de 1917: el día siguiente presenta, sin apenas conocimiento de la situación concreta en el territorio ruso y por su cuenta y riesgo, sus célebres Tesis de abril.
Tras un levantamiento armado en julio, comienzan las persecuciones y Lenin tiene que escapar a Finlandia, cuando regresa se inicia la lucha que terminara con la toma del palacio de Invierno en noviembre. Ese mismo mes, Lenin es electo Premier de la Unión Soviética.
Su primer acto de gobierno fue reunir al consejo de soviets para discutir las condiciones de la firma de un acuerdo de paz con Alemania, con quien se sostenía una guerra que había minado las finanzas rusas. Y aunque había oposición a terminar con la guerra en el afán de extender la revolución socialista a otros países, se hicieron negociaciones con Alemania, mismas que fracasaron e hicieron que Rusia perdiera varios territorios del oeste.
El 30 de agosto de 1918, Lenin sufrió un atentado, cuando tras un mitin, Fanny Kaplan, integrante del Partido Socialista Revolucionario, le disparó tres tiros, uno de los cuales le afectaría el pulmón. Lenin se recuperó, pero la bala en el pulmon que no pudo ser removida, le traería secuelas.
Rusia tuvo que enfrentar una nueva guerra: la librada entre el Ejército Rojo comandado por Trotsky y el Ejército Blanco, conformado por aristócratas simpatizantes con el régimen zarista. El Ejército Rojo triunfaría derrotando al ejército pro zarista.
Lenin se encontraba muy de salud, con la bala a la altura del cuello y cerca de la columna vertbral, una parálisis parcial no se hizo esperar. Una serie de infartos sobrevendrían y le harían retirarse de la vida en 1923. Tras el tercer infarto, perdió el habla y quedo postrado en cama.
Su amistad con Trotski se fortaleció en los últimos años de su vida, enfrentándose a Stalin y su dura política, así como a la burocratización de la revolución.
El 21 de enero de 1924, murió Lenin de arterioesclerosis o infarto cerebral, según documentos oficiales, aunque hay rumores acerca de las causas de su muerte, la realidad es que su salud estaba muy minada. Trosky acuso directamente a Stalin de ser el causante de la muerte del líder por envenenamiento.
Petrogrado cambió su nombre a Leningrado en su honor; tras la caída del régimen soviético, volvió a su nombre imperial de San Petersburgo. En la plaza roja, contra sus deseos de no tener monumento, se levantó un mausoleo donde reposan sus restos embalsamados
miércoles, 30 de marzo de 2011
BOLCHEVIQUES Y MENCHEVIQUES
Tras la guerra ruso japonesa (1904-1905) en que la los ejércitos imperiales rusos fueron derrotados, una fuerte crisis se cernió sobre el imperio ruso.
En San Petersburgo tuvo lugar una manifestación de trabajadores en la que se le pedía al zar implementar reformas económicas. Los manifestantes fueron dispersados a tiros por los soldados del zar, terminando todo con el asesinato de más de mil manifestantes. Otros levantamientos siguieron a este, incluso en dentro del ejército.
Aunque el zar pudo dominar la situación, los trabajadores habían descubierto su poder de organización y rápidamente se organizaron en células o comités de obreros y soldados conocidos como soviets, y comenzaron a reunirse de manera clandestina, creciendo en poder.
En octubre, el zar Nicolás II prometió reformas y apoyo la creación de una DUMA o asamblea, pero temeroso de que dicha asamblea limitara su poder, la disolvió poco tiempo después. El zar perdía apoyo no sólo del pueblo, sino también de la creciente burguesía.
En marzo de 1917, el ejército se unió a los revolucionarios hasta entonces perseguidos y en la clandestinidad. El zar Nicolás II intentó retomar el control pero ya ninguna cabeza del ejército lo obedecía y tuvo que abdicar el 15 de marzo de 1917. Poco después, él y su familia, fueron hechos prisioneros y ejecutados. El imperio ruso llegaba a su fin.
El día de la abdicación del zar se nombró un gobierno provisional, conformado por políticos liberales y socialistas. Pero había intereses enfrentados: por un lado estaba el ala liberal y moderada encabezada por el príncipe Gueorgui Lvov, que defendía los intereses de la burguesía y se enfrentaba a la política radical de los soviets.
La confrontación dio pie al cambio de gobierno y permitió la entrada de políticos social revolucionarios , entre los que destacaban los Mencheviques (“la minoría”) una minoría democrática seguidora del socialismo marxista ruso, liderada por Alexander Kerensky.
Desde antes de las primeras revueltas de 1905, los Mencheviques estaban enfrentados a los Bolcheviques (“la mayoría”) por razones ideológicas: los mencheviques apoyaban las ideas marxistas casi a la letra y sostenían que previamente a la dictadura del proletariado y tras la dictadura de la aristocracia , el tránsito tendría que ser hacia la dictadura de la burguesía ; los bolcheviques no lo creían así y crearon una doctrina basándose en la ideología de Lenin, sosteniendo que con un esfuerzo de la voluntad social se pueden acelerar los procesos de la historia y permitir el tránsito de una sociedad precapitalista a una sociedad socialista sin tener que detenerse en un estadio burgués.
En octubre una nueva lucha tuvo lugar, pues mientras bolcheviques y mencheviques permanecían en discordia, los militares planeaban apoderarse del poder que detentaban estos últimos. Los bolcheviques ocuparon sitios estratégicos en Petrogrado y buscaron el apoyo de las bases trabajadoras de los soviets para detener las ambiciones de los jefes militares; mientras tanto, el ejército disparaba contra el palacio de Invierno, símbolo del régimen zarista y sede del provisional gobierno menchevique.
Caído el efímero gobierno menchevique, Kerensky, su líder, partió rumbo al exilio mientras que los ministros de su gabinete eran detenidos y juzgados por traición. Los bolcheviques, reunidos en un congreso pan ruso de soviets, instituyen un nuevo gobierno, a cuya cabeza quedaría Lenin.
Los bolcheviques y los soviets se apoderaron, con mucha resistencia, de la gran mayoría de las ciudades rusas. Finalmente, el 8 de diciembre se llevaron a cabo las elecciones para elegir a la Asamblea Constituyente. Un día después, León Trotsky, quien pese a ser bolchevique siempre había pugnado por la conciliación con los mencheviques, con el apoyo del ejército rojo disolvió la Asamblea.
Simpatizantes del zarismo organizados como el ejército blanco se levantaron en armas y Rusia viviría por más de tres años, una de sus más terribles guerras civiles. La diferencia entre mencheviques y bolcheviques radicaba en que los primeros buscaban la colaboración entre las clases sociales y propugnaban por una política reformista; los bolcheviques, en cambio, creían en la independencia de clases y la revolución como única posibilidad de cambio. Tuvieron que pasar muchos años, una revolución y una contrarrevolución para que estas diferencias resultaran claras.
En San Petersburgo tuvo lugar una manifestación de trabajadores en la que se le pedía al zar implementar reformas económicas. Los manifestantes fueron dispersados a tiros por los soldados del zar, terminando todo con el asesinato de más de mil manifestantes. Otros levantamientos siguieron a este, incluso en dentro del ejército.
Aunque el zar pudo dominar la situación, los trabajadores habían descubierto su poder de organización y rápidamente se organizaron en células o comités de obreros y soldados conocidos como soviets, y comenzaron a reunirse de manera clandestina, creciendo en poder.
En octubre, el zar Nicolás II prometió reformas y apoyo la creación de una DUMA o asamblea, pero temeroso de que dicha asamblea limitara su poder, la disolvió poco tiempo después. El zar perdía apoyo no sólo del pueblo, sino también de la creciente burguesía.
En marzo de 1917, el ejército se unió a los revolucionarios hasta entonces perseguidos y en la clandestinidad. El zar Nicolás II intentó retomar el control pero ya ninguna cabeza del ejército lo obedecía y tuvo que abdicar el 15 de marzo de 1917. Poco después, él y su familia, fueron hechos prisioneros y ejecutados. El imperio ruso llegaba a su fin.
El día de la abdicación del zar se nombró un gobierno provisional, conformado por políticos liberales y socialistas. Pero había intereses enfrentados: por un lado estaba el ala liberal y moderada encabezada por el príncipe Gueorgui Lvov, que defendía los intereses de la burguesía y se enfrentaba a la política radical de los soviets.
La confrontación dio pie al cambio de gobierno y permitió la entrada de políticos social revolucionarios , entre los que destacaban los Mencheviques (“la minoría”) una minoría democrática seguidora del socialismo marxista ruso, liderada por Alexander Kerensky.
Desde antes de las primeras revueltas de 1905, los Mencheviques estaban enfrentados a los Bolcheviques (“la mayoría”) por razones ideológicas: los mencheviques apoyaban las ideas marxistas casi a la letra y sostenían que previamente a la dictadura del proletariado y tras la dictadura de la aristocracia , el tránsito tendría que ser hacia la dictadura de la burguesía ; los bolcheviques no lo creían así y crearon una doctrina basándose en la ideología de Lenin, sosteniendo que con un esfuerzo de la voluntad social se pueden acelerar los procesos de la historia y permitir el tránsito de una sociedad precapitalista a una sociedad socialista sin tener que detenerse en un estadio burgués.
En octubre una nueva lucha tuvo lugar, pues mientras bolcheviques y mencheviques permanecían en discordia, los militares planeaban apoderarse del poder que detentaban estos últimos. Los bolcheviques ocuparon sitios estratégicos en Petrogrado y buscaron el apoyo de las bases trabajadoras de los soviets para detener las ambiciones de los jefes militares; mientras tanto, el ejército disparaba contra el palacio de Invierno, símbolo del régimen zarista y sede del provisional gobierno menchevique.
Caído el efímero gobierno menchevique, Kerensky, su líder, partió rumbo al exilio mientras que los ministros de su gabinete eran detenidos y juzgados por traición. Los bolcheviques, reunidos en un congreso pan ruso de soviets, instituyen un nuevo gobierno, a cuya cabeza quedaría Lenin.
Los bolcheviques y los soviets se apoderaron, con mucha resistencia, de la gran mayoría de las ciudades rusas. Finalmente, el 8 de diciembre se llevaron a cabo las elecciones para elegir a la Asamblea Constituyente. Un día después, León Trotsky, quien pese a ser bolchevique siempre había pugnado por la conciliación con los mencheviques, con el apoyo del ejército rojo disolvió la Asamblea.
Simpatizantes del zarismo organizados como el ejército blanco se levantaron en armas y Rusia viviría por más de tres años, una de sus más terribles guerras civiles. La diferencia entre mencheviques y bolcheviques radicaba en que los primeros buscaban la colaboración entre las clases sociales y propugnaban por una política reformista; los bolcheviques, en cambio, creían en la independencia de clases y la revolución como única posibilidad de cambio. Tuvieron que pasar muchos años, una revolución y una contrarrevolución para que estas diferencias resultaran claras.
EL ZAR NICOLAS II Y SU FAMILIA
Nicolás II de Rusia (Nikolai Aleksandrovich Romanov, en ruso Николáй Алексáндрович Ромáнов) (San Petersburgo, Rusia, 18 de mayo de 1868 – Ekaterimburgo, Rusia, 17 de julio de 1918) fue el último zar de Rusia hasta su abdicación en su hermano Miguel, el 15 de marzo de 1917, quien rechazó el ofrecimiento, poniendo fin a la dinastía Romanov
La influencia de sus tíos paternos, en especial Sergei Aleksandrovich Romanov, Gran Almirante de la Armada, tendría en ello un asidero, y las intrigas cortesanas pesarían grandemente en la acción del nuevo zar, pues de hecho tuvo que soportar al principio manipulaciones de sus propios tíos.
Poco después de su coronación, el 26 del mismo mes, contrajo nupcias con Alix de Hesse, quien había tomado el nombre de Alejandra Fiódorovna al convertirse a la ortodoxia.
Como la relación entre Nicolás y Alix era un verdadero ideal de amor y devoción mutuos, fue la Emperatriz quien aconsejó a Nicolás desde los primeros momentos, que tomara las riendas firmes del poder y fortaleciera su carácter bondadoso y caballeresco del que se aprovechaban a menudo sus parientes.
De ella tendría cuatro hijas todas seguidas casi de año en año y al final, el tan anhelado heredero, un hijo varón.
Los intentos por ejercer una influencia determinante en Europa Oriental y los Balcanes como cabeza de un movimiento paneslavista, dieron lugar a múltiples conflictos y tensiones internacionales, en virtud del alineamiento ruso con Serbia frente a los intereses del Imperio austrohúngaro; pero, tras sufrir una primera derrota diplomática en la crisis de Bosnia (1908), las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 acabaron definitivamente con el control ruso sobre la península balcánica.
Estableció excelentes relaciones con Francia, su más leal aliado, y con Alemania, gracias a su estrecho parentesco con el emperador Guillermo II; este último fue largamente su consejero de mayor confianza en materia internacional, aunque muy manipulador, resultaba evidente para cualquier operador político más sagaz que el zar, que sus consejos estaban orientados a emplear la influencia rusa para controlar los intereses de otras potencias, muchas veces en beneficio directo de Alemania y socavar la alianza entre Francia y Rusia. A la larga, la influencia nefasta de Guillermo II iba a ser la ruina para Nicolás II.
La iniciativa del movimiento liberal presentada al nuevo zar, de establecer una constitución que fijase las normas del ejercicio del poder se encontró, sin embargo, con un rotundo rechazo monárquico; siguiendo el consejo de Pobiedonostev, Nicolás se mostró severo con lo que calificó de "insensatos sueños de participación en asuntos de administración interna". Su rigidez alienó a sectores no particularmente comprometidos con una ideología afín a la revolución, y fue causa de que muchos se mostrasen descontentos.
Uno de estos descontentos se llamaba Lenin, un abogado que provenía de la región de Simbirsk, cuyo hermano, Aleksandr Uliánov fue ejecutado por un intento de asesinato del zar Alejandro III en 1887.
Vladímir Ilich Uliánov, más tarde Lenin, realizó actividades subversivas en San Petersburgo, fue detenido, apresado y exiliado a Siberia. Una vez liberado, se trasladó a Ginebra y Londres para fundar las bases del movimiento comunista.
El alimento para las corrientes revolucionarias como las que encabezarían Lenin, Trotski y otros, eran la carencia de una política social más solidaria de parte de los gobernantes, lo que permitió que se agravaran los grandes problemas históricos del régimen zarista: la pobreza del campesinado, la muy desigual distribución de la tierra y el inexistente acceso a los cargos públicos. Esto iba a ser el caldo de cultivo en los sindicatos de las industrias para los grupos revolucionarios que ya estaban en gestación.
Mal informado estratégica y conceptualmente de la situación militar y naval del Japón, no aquilató su propia situación en el frente oriental recién abierto, en especial a la incompetencia e inoperancia absoluta de los almirantes rusos que comandaban Port Arthur y Vladivostok.
Sin declaración de guerra alguna, los japoneses asediaron y bloquearon Port Arthur y Vladivostok, propinando una severa derrota a la flota rusa, parte de la cual quedó semihundida y encerrada en el puerto. Las pérdidas en unidades navales superaron el 70%.
El emperador entonces, en un desesperado esfuerzo, movilizó a la flota del Báltico, con buques de guerra (costeros) inadecuados para alta mar, en un gran periplo único en la historia, que la llevó a dar la vuelta a Europa y África, sosteniendo graves conflictos diplomáticos con Inglaterra (incidente de Dogger Bank). Su aliada Francia también le dio la espalda en el transcurso del accidentado viaje y sólo fue abastecido por Alemania, para después de casi año y medio de navegación llegar al estrecho de Tsushima, donde fue rápidamente derrotada por las fuerzas navales japonesas al mando de Heihachiro Togo
Sin embargo, un hecho grave iba a hacer virar las tornas del destino a la dinastía Romanov: Un cura llamado Georgi Gapón logró convocar a una masa descontenta de obreros y otras fuerzas vivas integrantes del pueblo, que organizaron una marcha informal para ir a entregar una serie de peticiones anti-autocráticas al zar, que se encontraba en San Petersburgo (Palacio de Tsárskoye Seló) el domingo 22 de enero de 1905 .
Cuando la muchedumbre llegó a las inmediaciones del Palacio de Invierno a eso de las 14 horas, se encontró con que el palacio estaba resguardado por tropas de cosacos, quienes habían sido convocados por el ministro del interior, el príncipe Sviatpolsk Mirski. Cuando llegaron a unos 100 m de la entrada, los soldados dispararon a matar a la masa y, además, atacaron con una carga de caballería cosaca, produciendo una cifra estimada de 92 muertos. Este hecho tuvo repercusiones insospechadas, ya que alimentó las chispas primigenias de la revolución que los mencheviques y bolcheviques deseaban que estallara, como en efecto más adelante sucedió.
Además, era el momento para que el zar tomara una acción decisiva: o apagaba la revolución imponiendo la dictadura, o accedía a las peticiones de los revolucionarios. Witte tuvo un papel gravitante y decisivo en el desarrollo de los acontecimientos. Mirski fue destituido y, en su lugar, se nombró a Sergei Witte como ministro de interior en calidad interina. A la larga, este cambio atraería la ruina para la estabilidad del régimen de Nicolás II.
En ese año de 1905 hubo además atentados. En uno de ellos pereció un tío de Nicolás II, el gran duque Sergio Romanov, esposo de Ella (Isabel Fiódorovna), la hermana de la Emperatriz, y además se sublevaron los marinos en los puertos, como el caso del acorazado Patiómkin. Una gran huelga paralizó la industria y los revolucionarios, dirigidos por Trotski, Lenin y otros agitadores marxistas, alimentaban la llama de la revolución. La situación no podía ser más compleja para la estabilidad y continuidad del régimen zarista.
Ante la amenaza de un alzamiento, el zar, mal aconsejado por su ministro Sergéi Witte firmó la propuesta y anunció en 1905 varios cambios institucionales dirigidos a disminuir el tinte absolutista de la monarquía; el más importante de estos fue la convocatoria de una Duma o Parlamento, con potestades legislativas limitadas, junto con la promulgación en abril de 1906 de unas leyes fundamentales que dieron un carácter semiconstitucional a la monarquía. Sin embargo, para desesperanza del Nicolás II, lejos de enfriarse la candente situación política, esta se agudizó dejando al régimen zarista con una precaria estabilidad y a Witte empezó a escapársele el asunto de las manos.
Sin embargo, al percibir que los integrantes de la Duma planeaban poner coto al carácter autocrático del gobierno, fue disuelta y sustituida por otra más representativa de los intereses monárquicos; Nicolás exigió además la dimisión de su primer ministro, Sergéi Witte. Cuando el sucesor de Witte, Piotr Stolypin, disolvió poco después la segunda Duma, modificando las leyes electorales para asegurarse una composición leal a los intereses zaristas, dejó al descubierto la continuidad del sistema autocrático. Este mal manejo de la situación hizo estallar la segunda rebelión bolchevique.
Para disolver la Duma, el zar llamó en 1906 al cargo de ministro de interior a quien sería uno de los hombres más ejecutivos, leales y efectivos que tuvo, Piotr Stolypin, quien tomaría el cargo con gran determinación, partiendo con una fuerte represión contra las huestes revolucionarias en forma tan efectiva (600 ajusticiados) que Lenin mismo vio peligrar la revolución marxista que tanto anhelaba, llevando respiro a la monarquía. No sólo en este plano se destacó Stolypin, sino que llevó a cabo una gran reforma agraria que, sumado a un período de inviernos benignos, dio calma a la plebe en años de buenas cosechas, favoreciendo la gestión y la imagen del zarismo. Stolypin también disolvió la segunda Duma de 1907.
Tras instaurar una tercera Duma en 1909, que favorecía a la autocracia en forma velada y con representantes más moderados, Rusia pudo acceder al tricentenario de la llegada al poder de los Romanov con buen pie. En 1911, Stolypin quiso deshacerse de la influencia nefasta de Rasputín, desterrándolo y cayendo en desgracia ante la Emperatriz. Como ello le provocó una situación tensa ante el zar, Stolypin presentó una renuncia que Nicolás II le denegó.
Estando el zar de visita en Kiev para inaugurar un monumento a su padre, asistió Stolypin junto al zar a una ópera en esa ciudad en septiembre de 1911, y Stolypin fue asesinado por un revolucionario que colaboraba con la policía, ante los ojos del zar, durante el entreacto de dicha función. Le sucederían una seguidilla de personajes como Kokovtsov, Stürmer, Sazónov, Protopopov, todos influenciados por Rasputín.
El ejército ruso tuvo grandes éxitos iniciales en territorio austríaco y en su momento pudo haber derrotado al Imperio Austrohúngaro pero su avance fue detenido a petición de Francia; sin embargo, el intento inicial de avanzar sobre territorio alemán en dos frentes uno al mando de Remenkamf y el otro al mando de Sazónov condujo a graves derrotas, en las que perdieron la vida más de dos millones de hombres. Para 1915, el ejército ruso estaba en retirada.
Nicolás II, aconsejado por su esposa y ministros, intentó ponerse personalmente al frente de las acciones, relevando a su tío, el gran duque Nicolás Nikolayevich, al mando de las tropas; fue este un error más, si cabe más grave que la misma declaración de guerra, pues supuso dejar la regencia en manos de su esposa, a quien el pueblo detestaba tanto por su origen alemán como por su estrecha relación con Rasputin
En efecto, la imagen que tenía el pueblo ruso de la zarina era que esta despreciaba hondamente a su gente, además de su origen alemán y su carácter muy reservado, que la hacían aparecer como una mujer soberbia y lejana; la influencia de Rasputin en sus decisiones políticas proporcionarían la chispa de la segunda revolución.
Un detalle importante que explicaría la súbita sustitución del gran duque Nicolás Nikolayevich, es que este aborrecía a muerte a Rasputin, el monje astutamente aconsejó en forma insistente a la Emperatriz que se le sacara del camino, puesto que sectores de la plebe le llamaban Nicolás III, en alusión a su probable entronización.
La decisión de formar el gobierno provisional tuvo aceptación en todos los estamentos sociales y militares, incluido el estado mayor de Nicolás II, quien se vio encajonado con la situación política grave que se imponía en Petrogrado. Por un instante, se redactó la abdicación en favor de su hijo Alexis; pero dada la condición de salud e inmadurez del heredero, cambió de parecer.
Nicolás II, incapaz de controlar la situación, abdicó sus derechos y los de su hijo, el 20 de marzo de 1917, en favor de su hermano Miguel IV de Rusia; el gran duque Miguel rechazaría el ofrecimiento dos días después, dando así fin a la dinastía Romanov y el comienzo de la era de los Sóviets.
Nicolás II se dejó detener sin ofrecer resistencia a su regreso del desmoronado frente. Tuvo la suerte de no ser encerrado en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo de Sant Petersburgo y fue confinado junto con su esposa e hijos en el palacio Tsárskoye Seló, en las afueras de San Petersburgo, reteniendo algunos privilegios domésticos.
Aleksandr Kérenski no era enemigo consumado del zar, más bien objetivo y racional pudo acceder a la verdadera naturaleza de las personalidades depuestas llegando a reconocer que muchas de las acusaciones y felonías eran más bien mitos y falsedades populares e incluso llegó a apreciarle en esta etapa, e intentó buscar su salida al extranjero, pero el nuevo gobierno de los Sóviets de Petrogrado prohibió su exilio; además se sumó el infausto hecho que tanto Inglaterra, Alemania y su aliada Francia ignoraron los requerimientos de exilio.
En agosto de 1917, temiendo un intento de asesinato, Kérenski exilió a los Romanov a Tobolsk, en Siberia. Antes de partir Kérenski previno a Nicolás II: "Los sóviets desean mi cabeza, después vendrán por usted y su familia".
En Tobolsk, la familia del zar gozó de una relativa libertad de movimientos ya que el sector era pro-monárquico, incluso hubo oportunidades de realizar una fuga o ser rescatados ya que la guardia no era numerosa e incluso algunos soldados llegaron a entablar alguna relación amistosa con los prisioneros.
El primer ministro británico Lloyd George, a quien se había solicitado asilo, declinó la propuesta, así como los franceses, no deseando agravar la ya compleja situación política de Europa. Esto sellaría finalmente el fatídico destino de los Romanov.
Al triunfar la Segunda Revolución rusa en octubre de 1917, en la que los bolcheviques —liderados por Lenin— derrocaron al gobierno de Kérenski, el Soviet Central a cargo de Yákov Sverdlov, un personaje perteneciente al círculo íntimo de Lenin, y quien estaba a cargo administrativamente del destino del zar, ordenó primero el traslado a Moscú del emperador depuesto; pero luego se instruyó el traslado de la familia imperial a Ekaterimburgo, que se hallaba bajo control del Soviet de los Urales con apoyo del Ejército Rojo.
El gobierno alemán había propuesto al Soviet que el emperador refrendara el tratado de paz, pero como segunda intención oculta era negociar la libertad de Nicolás II para posteriormente poder reimplantar el régimen monárquico ya que Alemania se había dado cuenta que la revolución socialista mundial proclamada por Lenin pronto llegaría a las masas populares alemanas. Por esa razón se le había intentado enviar a Moscú en un primer momento. El Soviet, al tanto de estas maniobras y temeroso de lo que implicaba la intención, tomó las providencias para que jamás se volviera a instalar el zarismo en Rusia.
El 4 de julio de 1918, ante el avance de la Legión Checoslovaca hacia la ciudad, se temió que estas tropas liberasen a la familia e intentasen restaurar el régimen del zar. Filipp Isaevich Goloshchekin, quien presidía el Soviet de los Urales, se apersonó apresuradamente en Moscú con Sverdlov y planteó el asesinato y encubrimiento ante este último; Sverdlov consultó a la alta cúpula del Soviet Central y la orden fue dada.[2]
Un escuadrón de la policía Cheka al mando de Yákov Yurovski relevó a la guardia de la casa, y el 16 de julio recibió la orden del Soviet de los Urales de fusilar a toda la familia.
La planificación misma del magnicidio in situ fue hecha por Yurovski, quien se reservó el derecho de disparar primero sobre el "verdugo coronado" como se le llamaba a Nicolás II; aparte de Yurovski, la camarilla la componían, Piotr Ermakov y Gregoy Nikulin, todos miembros y asesinos probados de la Cheka.
Un subordinado de Goloshchekin, Piotr Ermakov quien tenía el control del campesinado del Ural, tenía la función de eliminar toda evidencia del asesinato no pudo conseguirse los dos camiones de transporte requeridos hasta el día siguiente. Ermakov además de participar en el pelotón, haría encender los motores de ambos vehículos para ahogar el ruido de los disparos.
El escuadrón estaba compuesto por doce hombres, siete de los cuales eran ex-combatientes húngaros, a cada uno de ellos se les asignó una víctima; dos de ellos se negaron a disparar sobre mujeres y al menos uno de ellos fue deshechado y reemplazado por Ermakov. Los miembros del escuadrón eran Gregori Nikulin, asistente de Yurovsky, Piotr Ermakov asistente de Goloshchekin, Piotr Medveyed, S. Vaganov, Andreas Vergasi, Laszlo Horvath, Víctor Griinfeldt, Imre Nagy, Emile Fekete, Anselm Fischer e Isidor Edelstein.[3]
En la medianoche del 17 de julio el zar junto a los integrantes de la familia fueron llevados al sótano de la Casa Ipátiev donde fueron fusilados, junto a algunos sirvientes cercanos, un médico leal e incluso el perro del niño. El pretexto era que se les iba a tomar una fotografía antes de partir; o se les iba a trasladar.
Nicolás II colocó al heredero en sus rodillas mientras tomaba asiento junto a la zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico a los costados, de pie. Pasaron unos instantes y repentinamente entró Yákov Yurovski con revólver en mano y 17 soldados armados con fusiles a la bayoneta.
Cuando Yákov Yurovski levanta el revólver y declara al zar que el pueblo ruso le ha condenado a muerte, el zar alcanza a balbucear: -" que?"- y le dispara casi a quemarropa. El zar cae instantáneamente muerto, la zarina se alcanza a incorporar haciendo la señal de la cruz y gritando, es muerta de un disparo en plena boca por Yurovski[4] y seguidamente los fusileros realizan una descarga cerrada al resto de la familia. Las hijas, que llevaban corsés apretados y además en su interior estaban cargados con joyas, no mueren inmediatamente y son rematadas a la bayoneta. Anastasia, murió rematada a bayonetazos realizados por Ermakov. El zar murió con 50 años recién cumplidos.
El zarevich sobrevivió a la primera descarga y fue muerto por Yurovski en el remate de moribundos disparádole dos veces a la altura del oído. Una de las sirvientas que no recibió la primera descarga es perseguida dentro de la habitación y rematada a bayonetazos, e incluso la mascota es muerta de un disparo.
Posteriormente los cuerpos son llevados en camiones y depositados en una mina abandonada.
Al día siguiente, Yurovski, temiendo que el rumor sobre el fusilamiento indujera a recuperar los cuerpos, ordenó su traslado y destrucción de los cadáveres por fuego y ácido y arrojarlos a piques de otras excavaciones, ubicadas 12 km fuera de la ciudad, en la mina que se llama "los cuatro hermanos".
Relato de uno de los ejecutores
Para la ejecución se seleccionaron doce hombres con revólveres. Dos de ellos se negaron a disparar contra las mujeres. Cuando llegó el vehículo, todos dormían. Al despertarlos se les explicó que debido a la intranquilidad existente en la ciudad, era necesario trasladarlos del piso superior al inferior. Demoraron media hora en vestirse. Abajo habíamos vaciado una pieza que tenía un tabique de madera estucado, para evitar el rebote. La guardia se encontraba en disposición combativa en el cuarto vecino. Los Romanov no sospechaban nada. El comandante fue a buscarlos en persona y los condujo hacia la pieza. Nicolás llevaba en brazos a Alexis, los demás llevaban almohadillas y otras cosas pequeñas. Al entrar en la habitación vacía, Alejandra Fiódorovna preguntó: "Cómo, ¿no hay ninguna silla? ¿Ni siquiera podemos sentarnos?" (Según el relato de Yurovski, se trajeron dos) Nicolás puso en una a Alexis y en la otra se sentó Alejandra Fiódorovna. A los demás se les ordenó formar una fila. Hecho esto, llamaron al comandante. Cuando este entró, dijo a los Romanov que, como sus parientes en Europa continuaban la ofensiva contra la Rusia soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales había decretado fusilarlos. Nicolás se volvió de espaldas, de cara a su familia, y luego, como recobrándose, se volvió y preguntó: "¿Qué, qué?". El comandante repitió la explicación y ordenó al comando que se preparara. Cada uno sabía de antemano contra quién iba a disparar. La orden era apuntar al corazón para evitar el derramamiento de mucha sangre y terminar más rápido. Nicolás no dijo una sola palabra más, de nuevo se volvió cara a su familia, otros lanzaron exclamaciones incoherentes. Luego comenzaron los disparos, que duraron dos o tres minutos. Nicolás fue muerto por el mismo comandante a quemarropa. Luego murieron Alejandra Fiódorovna y su séquito. En total fueron fusiladas doce personas: Nicolás, Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis, sus cuatro hijas: Olga, Tatiana, María y Anastasia - el doctor Botkin, el criado Trupp, el cocinero Tijomírov, el perro de la familia, otro cocinero y una camarera cuyos nombres el comandante no recuerda.[cita requerida] (En realidad la camarera Anna Demídova).
Comunicado oficial del Soviet de los Urales.
“Decisión del Presídium del Consejo de Diputados, Obreros, Campesinos y Guardias Rojos de los Urales:
En vista del hecho de que bandas checoslovacas amenazan la capital roja de los Urales, Ekaterimburgo, que el verdugo coronado podía escapar al tribunal del pueblo (un complot de la Guardia Blanca para llevarse a toda la familia imperial acaba de ser descubierto) el Presídium del Comité Divisional, cumpliendo con la voluntad del pueblo, ha decidido que el ex zar Nicolás Romanov, culpable ante el pueblo de innumerables crímenes sangrientos, sea fusilado.
La decisión del Presídium del Comité Divisional se llevó a cabo en la noche entre el 16 y 17 de julio."
Endoso del Soviet Central.
"Decisión del Presídium del Comité Central Ejecutivo de Todas las Rusias del 18 de julio.
El Comité Central Ejecutivo de los Consejos de Diputados de Obreros, Campesinos, Guardias Rojos y Cosacos, en la persona de su presidente, aprueba la acción del Presídium del Consejo de los Urales.
El presidente del Comité Central Ejecutivo,
Sverdlov."
Con su asesinato (ningún juez o jurado le condenó a muerte, ni ordenó su ejecución) por el movimiento revolucionario de los bolcheviques, durante la Segunda Revolución rusa se extinguió la dinastía Romanov. Está enterrado desde 1997 en la Catedral de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo junto con el resto de la familia imperial y de los demás zares rusos.
En 2007 se anunció el descubrimiento de los cuerpos de María y Alexis,[5] que, tras realizarles las pruebas de ADN, serán enterrados junto a sus padres y hermanas.
Juventud
El futuro emperador Nicolás II fue educado en los rígidos cánones de la corte rusa y en un marcado aislamiento de la agitada y convulsionada situación interna del imperio. Su infancia transcurrió en el reinado de su abuelo Alejandro II y tras su asesinato, su padre subió al trono y él se convirtió en heredero. Su tutor oficial fue Konstantín Pobedonóstsev, gracias al cual Nicolás aprendió las convicciones autocráticas de su padre Alejandro III y la doctrina del origen divino del poder del zar. Fue educado como un aristócrata, obteniendo una gran cultura y una esmerada educación y gracias a los viajes a Inglaterra, Japón y la India efectuados durante su juventud y a su parentesco con la realeza británica, hablaba con soltura inglés, francés —a la sazón la lengua preferida entre la belle societé rusa— y alemán. Un hecho destacable era el notable parecido físico que guardaba con el futuro rey Jorge V de Inglaterra. Muchas veces ambos bromeaban cambiándose sus vestimentas para imitar sus roles respectivos. Hombre atractivo, tuvo algunos amores de juventud como la bailarina Mathilde Kschessinska, pero se quedó prendado de una de las nietas de la reina Victoria I, la princesa Alix de Hesse-Darmstadt, a la que llamaba Sunny y estableció con ella una relación muy romántica y duradera.
Ascenso al trono
En 1894, y tras complicaciones derivadas de una nefritis, falleció su padre, Alejandro III. El 1 de noviembre y pasado el período de luto protocolario, Nicolás fue coronado como sucesor y adoptó el nombre de Nicolás II. De acuerdo con sus propias palabras, carecía de formación política, y lo ignoraba todo acerca del gobierno del imperio, explicando su ingenuidad al ser coronado zar en noviembre de 1894. Incluso su propio padre dudaba de su habilidad para administrar y mantener un territorio de 23 millones de km².La influencia de sus tíos paternos, en especial Sergei Aleksandrovich Romanov, Gran Almirante de la Armada, tendría en ello un asidero, y las intrigas cortesanas pesarían grandemente en la acción del nuevo zar, pues de hecho tuvo que soportar al principio manipulaciones de sus propios tíos.
Poco después de su coronación, el 26 del mismo mes, contrajo nupcias con Alix de Hesse, quien había tomado el nombre de Alejandra Fiódorovna al convertirse a la ortodoxia.
Como la relación entre Nicolás y Alix era un verdadero ideal de amor y devoción mutuos, fue la Emperatriz quien aconsejó a Nicolás desde los primeros momentos, que tomara las riendas firmes del poder y fortaleciera su carácter bondadoso y caballeresco del que se aprovechaban a menudo sus parientes.
De ella tendría cuatro hijas todas seguidas casi de año en año y al final, el tan anhelado heredero, un hijo varón.
Política internacional
A instancias de sus consejeros y, sobre todo, manipulado por su primo el emperador alemán, Nicolás se esforzó por extender su influencia en Asia, rivalizando en esta carrera con las potencias occidentales imperialista; ordenó la intervención de Rusia en la Guerra Chino-Japonesa de 1896, intervino en el establecimiento de la base de Port Arthur en 1898, la ocupación de Manchuria en 1900, y convino con los británicos el reparto de Persia en esferas separadas de influencia en 1907. Asimismo, fue uno de los principales promotores del desarme, reflejados en su papel como iniciador de las Conferencias de la Haya de 1899 y 1907.Los intentos por ejercer una influencia determinante en Europa Oriental y los Balcanes como cabeza de un movimiento paneslavista, dieron lugar a múltiples conflictos y tensiones internacionales, en virtud del alineamiento ruso con Serbia frente a los intereses del Imperio austrohúngaro; pero, tras sufrir una primera derrota diplomática en la crisis de Bosnia (1908), las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 acabaron definitivamente con el control ruso sobre la península balcánica.
Estableció excelentes relaciones con Francia, su más leal aliado, y con Alemania, gracias a su estrecho parentesco con el emperador Guillermo II; este último fue largamente su consejero de mayor confianza en materia internacional, aunque muy manipulador, resultaba evidente para cualquier operador político más sagaz que el zar, que sus consejos estaban orientados a emplear la influencia rusa para controlar los intereses de otras potencias, muchas veces en beneficio directo de Alemania y socavar la alianza entre Francia y Rusia. A la larga, la influencia nefasta de Guillermo II iba a ser la ruina para Nicolás II.
La influencia germana
En efecto, los consejos de Guillermo II de ir a la guerra con Japón con nefastos resultados; la oposición durante la Gran Guerra desencadenando graves conflictos internos en el régimen de Nicolás II; el permitir el ingreso de elementos revolucionarios desde sus fronteras al interior de Rusia con propósitos de desestabilización; y cuando la familia Romanov estuvo prisionera, el auspiciar sus intenciones de reinstalar el régimen zarista; más la suma de otros factores internos fueron la ruina y la completa destrucción del zarismo.Autocracia y procesos revolucionarios
En política interior, Nicolás siguió la línea autocrática de sus antecesores, aunque suavizándola un poco, pero más bien al margen de su intervención directa, su país tuvo un proceso de industrialización acelerada que permitió a Rusia entrar en la era moderna, pero que también hizo surgir importantes núcleos obreros en forma de sindicatos. La actividad revolucionaria clandestina, las cuales cobraron ímpetu bajo su abuelo y su padre, seguían acelerándose durante su régimen, culminando con las Revoluciones de 1905 y la de 1917.La iniciativa del movimiento liberal presentada al nuevo zar, de establecer una constitución que fijase las normas del ejercicio del poder se encontró, sin embargo, con un rotundo rechazo monárquico; siguiendo el consejo de Pobiedonostev, Nicolás se mostró severo con lo que calificó de "insensatos sueños de participación en asuntos de administración interna". Su rigidez alienó a sectores no particularmente comprometidos con una ideología afín a la revolución, y fue causa de que muchos se mostrasen descontentos.
Uno de estos descontentos se llamaba Lenin, un abogado que provenía de la región de Simbirsk, cuyo hermano, Aleksandr Uliánov fue ejecutado por un intento de asesinato del zar Alejandro III en 1887.
Vladímir Ilich Uliánov, más tarde Lenin, realizó actividades subversivas en San Petersburgo, fue detenido, apresado y exiliado a Siberia. Una vez liberado, se trasladó a Ginebra y Londres para fundar las bases del movimiento comunista.
El alimento para las corrientes revolucionarias como las que encabezarían Lenin, Trotski y otros, eran la carencia de una política social más solidaria de parte de los gobernantes, lo que permitió que se agravaran los grandes problemas históricos del régimen zarista: la pobreza del campesinado, la muy desigual distribución de la tierra y el inexistente acceso a los cargos públicos. Esto iba a ser el caldo de cultivo en los sindicatos de las industrias para los grupos revolucionarios que ya estaban en gestación.
Guerra con Japón
En 1905, intentando contener el avance japonés en Manchuria, que amenazaba los puertos rusos orientales, y por constante recomendación de Guillermo II de Alemania, Nicolás II declaró la guerra al Japón. Nicolás II pensó que obteniendo una fácil victoria sobre Japón no solo lograría estabilizar la situación interna si no que lograría una mayor preponderancia internacional con el prestigio de la vida.Mal informado estratégica y conceptualmente de la situación militar y naval del Japón, no aquilató su propia situación en el frente oriental recién abierto, en especial a la incompetencia e inoperancia absoluta de los almirantes rusos que comandaban Port Arthur y Vladivostok.
Sin declaración de guerra alguna, los japoneses asediaron y bloquearon Port Arthur y Vladivostok, propinando una severa derrota a la flota rusa, parte de la cual quedó semihundida y encerrada en el puerto. Las pérdidas en unidades navales superaron el 70%.
El emperador entonces, en un desesperado esfuerzo, movilizó a la flota del Báltico, con buques de guerra (costeros) inadecuados para alta mar, en un gran periplo único en la historia, que la llevó a dar la vuelta a Europa y África, sosteniendo graves conflictos diplomáticos con Inglaterra (incidente de Dogger Bank). Su aliada Francia también le dio la espalda en el transcurso del accidentado viaje y sólo fue abastecido por Alemania, para después de casi año y medio de navegación llegar al estrecho de Tsushima, donde fue rápidamente derrotada por las fuerzas navales japonesas al mando de Heihachiro Togo
El Domingo sangriento
Después de las derrota de Tsushima, Nicolás II aceptó la mediación de EE.UU. para finalizar el conflicto. Para ello mandó a llamar a un ex-ministro de su padre, Sergéi Witte, quien fue enviado a América del Norte para negociar la paz con Japón. Tal fue el manejo mediático de Witte que logró sacar ventajas aparentes de las paces que Japón deseaba imponer a Rusia y regresó convertido prácticamente en una especie de héroe. Después de dar su informe a Nicolás II, éste lo nombró Conde.Sin embargo, un hecho grave iba a hacer virar las tornas del destino a la dinastía Romanov: Un cura llamado Georgi Gapón logró convocar a una masa descontenta de obreros y otras fuerzas vivas integrantes del pueblo, que organizaron una marcha informal para ir a entregar una serie de peticiones anti-autocráticas al zar, que se encontraba en San Petersburgo (Palacio de Tsárskoye Seló) el domingo 22 de enero de 1905 .
Cuando la muchedumbre llegó a las inmediaciones del Palacio de Invierno a eso de las 14 horas, se encontró con que el palacio estaba resguardado por tropas de cosacos, quienes habían sido convocados por el ministro del interior, el príncipe Sviatpolsk Mirski. Cuando llegaron a unos 100 m de la entrada, los soldados dispararon a matar a la masa y, además, atacaron con una carga de caballería cosaca, produciendo una cifra estimada de 92 muertos. Este hecho tuvo repercusiones insospechadas, ya que alimentó las chispas primigenias de la revolución que los mencheviques y bolcheviques deseaban que estallara, como en efecto más adelante sucedió.
Además, era el momento para que el zar tomara una acción decisiva: o apagaba la revolución imponiendo la dictadura, o accedía a las peticiones de los revolucionarios. Witte tuvo un papel gravitante y decisivo en el desarrollo de los acontecimientos. Mirski fue destituido y, en su lugar, se nombró a Sergei Witte como ministro de interior en calidad interina. A la larga, este cambio atraería la ruina para la estabilidad del régimen de Nicolás II.
En ese año de 1905 hubo además atentados. En uno de ellos pereció un tío de Nicolás II, el gran duque Sergio Romanov, esposo de Ella (Isabel Fiódorovna), la hermana de la Emperatriz, y además se sublevaron los marinos en los puertos, como el caso del acorazado Patiómkin. Una gran huelga paralizó la industria y los revolucionarios, dirigidos por Trotski, Lenin y otros agitadores marxistas, alimentaban la llama de la revolución. La situación no podía ser más compleja para la estabilidad y continuidad del régimen zarista.
Las Dumas y apogeo del régimen zarista
Witte le dijo a Nicolás II que había dos caminos: o bien suprimir por la fuerza a la chispa revolucionaria implantando la dictadura, o bien, promulgar una Constitución cediendo derechos civiles a la plebe, por lo que transformaba el régimen autocrático en un régimen semiconstitucional. Pese a que Nicolás II se inclinó por la dictadura militar, no tuvo el apoyo del comandante del ejército y su tío, el gran duque Nicolás Nikolayevich y no atreviéndose a destituirle, optó por seguir el camino constitucional elaborado por Witte. Cabe destacar que Witte llegó a ser uno de sus principales detractores.Ante la amenaza de un alzamiento, el zar, mal aconsejado por su ministro Sergéi Witte firmó la propuesta y anunció en 1905 varios cambios institucionales dirigidos a disminuir el tinte absolutista de la monarquía; el más importante de estos fue la convocatoria de una Duma o Parlamento, con potestades legislativas limitadas, junto con la promulgación en abril de 1906 de unas leyes fundamentales que dieron un carácter semiconstitucional a la monarquía. Sin embargo, para desesperanza del Nicolás II, lejos de enfriarse la candente situación política, esta se agudizó dejando al régimen zarista con una precaria estabilidad y a Witte empezó a escapársele el asunto de las manos.
Sin embargo, al percibir que los integrantes de la Duma planeaban poner coto al carácter autocrático del gobierno, fue disuelta y sustituida por otra más representativa de los intereses monárquicos; Nicolás exigió además la dimisión de su primer ministro, Sergéi Witte. Cuando el sucesor de Witte, Piotr Stolypin, disolvió poco después la segunda Duma, modificando las leyes electorales para asegurarse una composición leal a los intereses zaristas, dejó al descubierto la continuidad del sistema autocrático. Este mal manejo de la situación hizo estallar la segunda rebelión bolchevique.
Para disolver la Duma, el zar llamó en 1906 al cargo de ministro de interior a quien sería uno de los hombres más ejecutivos, leales y efectivos que tuvo, Piotr Stolypin, quien tomaría el cargo con gran determinación, partiendo con una fuerte represión contra las huestes revolucionarias en forma tan efectiva (600 ajusticiados) que Lenin mismo vio peligrar la revolución marxista que tanto anhelaba, llevando respiro a la monarquía. No sólo en este plano se destacó Stolypin, sino que llevó a cabo una gran reforma agraria que, sumado a un período de inviernos benignos, dio calma a la plebe en años de buenas cosechas, favoreciendo la gestión y la imagen del zarismo. Stolypin también disolvió la segunda Duma de 1907.
Tras instaurar una tercera Duma en 1909, que favorecía a la autocracia en forma velada y con representantes más moderados, Rusia pudo acceder al tricentenario de la llegada al poder de los Romanov con buen pie. En 1911, Stolypin quiso deshacerse de la influencia nefasta de Rasputín, desterrándolo y cayendo en desgracia ante la Emperatriz. Como ello le provocó una situación tensa ante el zar, Stolypin presentó una renuncia que Nicolás II le denegó.
Estando el zar de visita en Kiev para inaugurar un monumento a su padre, asistió Stolypin junto al zar a una ópera en esa ciudad en septiembre de 1911, y Stolypin fue asesinado por un revolucionario que colaboraba con la policía, ante los ojos del zar, durante el entreacto de dicha función. Le sucederían una seguidilla de personajes como Kokovtsov, Stürmer, Sazónov, Protopopov, todos influenciados por Rasputín.
Primera Guerra Mundial
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo por parte de nacionalistas serbios (atentado de Sarajevo) puso a Nicolás II en un duro aprieto, puesto que su pacto con los serbios no le permitía acceder a las demandas compensatorias del Imperio austrohúngaro. Un extenso intercambio de correspondencia con el káiser Guillermo intentó evitar una confrontación global, y Nicolás II dio órdenes de movilizar tropas solo en la frontera austríaca; la falta de preparación para un evento semejante lo llevó a cometer el error, el 31 de julio de 1914, de ordenar una movilización general, lo que provocaría la declaración de guerra de Alemania y el inicio de la guerra mundial.El ejército ruso tuvo grandes éxitos iniciales en territorio austríaco y en su momento pudo haber derrotado al Imperio Austrohúngaro pero su avance fue detenido a petición de Francia; sin embargo, el intento inicial de avanzar sobre territorio alemán en dos frentes uno al mando de Remenkamf y el otro al mando de Sazónov condujo a graves derrotas, en las que perdieron la vida más de dos millones de hombres. Para 1915, el ejército ruso estaba en retirada.
Nicolás II, aconsejado por su esposa y ministros, intentó ponerse personalmente al frente de las acciones, relevando a su tío, el gran duque Nicolás Nikolayevich, al mando de las tropas; fue este un error más, si cabe más grave que la misma declaración de guerra, pues supuso dejar la regencia en manos de su esposa, a quien el pueblo detestaba tanto por su origen alemán como por su estrecha relación con Rasputin
En efecto, la imagen que tenía el pueblo ruso de la zarina era que esta despreciaba hondamente a su gente, además de su origen alemán y su carácter muy reservado, que la hacían aparecer como una mujer soberbia y lejana; la influencia de Rasputin en sus decisiones políticas proporcionarían la chispa de la segunda revolución.
Un detalle importante que explicaría la súbita sustitución del gran duque Nicolás Nikolayevich, es que este aborrecía a muerte a Rasputin, el monje astutamente aconsejó en forma insistente a la Emperatriz que se le sacara del camino, puesto que sectores de la plebe le llamaban Nicolás III, en alusión a su probable entronización.
Abdicación y prisión
Después del asesinato de Rasputin, el gobierno monárquico empezó a desintegrarse con abismal rapidez a partir de enero de 1917, las situación interna acicateada por el curso desfavorable de la guerra con Alemania y las instigaciones revolucionarias, sumadas a las intervenciones políticas de la Emperatriz hicieron que la cuarta Duma cediera a la presión de los revolucionarios y se formará un gobierno provisional, liderado por Kérenski, un revolucionario de estilo moderado.La decisión de formar el gobierno provisional tuvo aceptación en todos los estamentos sociales y militares, incluido el estado mayor de Nicolás II, quien se vio encajonado con la situación política grave que se imponía en Petrogrado. Por un instante, se redactó la abdicación en favor de su hijo Alexis; pero dada la condición de salud e inmadurez del heredero, cambió de parecer.
Nicolás II, incapaz de controlar la situación, abdicó sus derechos y los de su hijo, el 20 de marzo de 1917, en favor de su hermano Miguel IV de Rusia; el gran duque Miguel rechazaría el ofrecimiento dos días después, dando así fin a la dinastía Romanov y el comienzo de la era de los Sóviets.
Nicolás II se dejó detener sin ofrecer resistencia a su regreso del desmoronado frente. Tuvo la suerte de no ser encerrado en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo de Sant Petersburgo y fue confinado junto con su esposa e hijos en el palacio Tsárskoye Seló, en las afueras de San Petersburgo, reteniendo algunos privilegios domésticos.
Aleksandr Kérenski no era enemigo consumado del zar, más bien objetivo y racional pudo acceder a la verdadera naturaleza de las personalidades depuestas llegando a reconocer que muchas de las acusaciones y felonías eran más bien mitos y falsedades populares e incluso llegó a apreciarle en esta etapa, e intentó buscar su salida al extranjero, pero el nuevo gobierno de los Sóviets de Petrogrado prohibió su exilio; además se sumó el infausto hecho que tanto Inglaterra, Alemania y su aliada Francia ignoraron los requerimientos de exilio.
En agosto de 1917, temiendo un intento de asesinato, Kérenski exilió a los Romanov a Tobolsk, en Siberia. Antes de partir Kérenski previno a Nicolás II: "Los sóviets desean mi cabeza, después vendrán por usted y su familia".
En Tobolsk, la familia del zar gozó de una relativa libertad de movimientos ya que el sector era pro-monárquico, incluso hubo oportunidades de realizar una fuga o ser rescatados ya que la guardia no era numerosa e incluso algunos soldados llegaron a entablar alguna relación amistosa con los prisioneros.
El primer ministro británico Lloyd George, a quien se había solicitado asilo, declinó la propuesta, así como los franceses, no deseando agravar la ya compleja situación política de Europa. Esto sellaría finalmente el fatídico destino de los Romanov.
Asesinato y desaparición del zar y su familia
Lenin y sus seguidores ingresaron al territorio ruso mediante la ayuda de Alemania quien les dio amplias facilidades para hacerlo, de este modo, Alemania juzgaba con justa razón que Lenin provocaría el derrocamiento del débil gobierno provisional y la rendición de las fuerzas rusas para de este modo enfocar sus fuerzas en occidente, cosa que ocurrió con el Tratado de Brest-Litovsk, y poner en fuga a Kérenski.Al triunfar la Segunda Revolución rusa en octubre de 1917, en la que los bolcheviques —liderados por Lenin— derrocaron al gobierno de Kérenski, el Soviet Central a cargo de Yákov Sverdlov, un personaje perteneciente al círculo íntimo de Lenin, y quien estaba a cargo administrativamente del destino del zar, ordenó primero el traslado a Moscú del emperador depuesto; pero luego se instruyó el traslado de la familia imperial a Ekaterimburgo, que se hallaba bajo control del Soviet de los Urales con apoyo del Ejército Rojo.
El gobierno alemán había propuesto al Soviet que el emperador refrendara el tratado de paz, pero como segunda intención oculta era negociar la libertad de Nicolás II para posteriormente poder reimplantar el régimen monárquico ya que Alemania se había dado cuenta que la revolución socialista mundial proclamada por Lenin pronto llegaría a las masas populares alemanas. Por esa razón se le había intentado enviar a Moscú en un primer momento. El Soviet, al tanto de estas maniobras y temeroso de lo que implicaba la intención, tomó las providencias para que jamás se volviera a instalar el zarismo en Rusia.
El 4 de julio de 1918, ante el avance de la Legión Checoslovaca hacia la ciudad, se temió que estas tropas liberasen a la familia e intentasen restaurar el régimen del zar. Filipp Isaevich Goloshchekin, quien presidía el Soviet de los Urales, se apersonó apresuradamente en Moscú con Sverdlov y planteó el asesinato y encubrimiento ante este último; Sverdlov consultó a la alta cúpula del Soviet Central y la orden fue dada.[2]
Un escuadrón de la policía Cheka al mando de Yákov Yurovski relevó a la guardia de la casa, y el 16 de julio recibió la orden del Soviet de los Urales de fusilar a toda la familia.
La planificación misma del magnicidio in situ fue hecha por Yurovski, quien se reservó el derecho de disparar primero sobre el "verdugo coronado" como se le llamaba a Nicolás II; aparte de Yurovski, la camarilla la componían, Piotr Ermakov y Gregoy Nikulin, todos miembros y asesinos probados de la Cheka.
Un subordinado de Goloshchekin, Piotr Ermakov quien tenía el control del campesinado del Ural, tenía la función de eliminar toda evidencia del asesinato no pudo conseguirse los dos camiones de transporte requeridos hasta el día siguiente. Ermakov además de participar en el pelotón, haría encender los motores de ambos vehículos para ahogar el ruido de los disparos.
El escuadrón estaba compuesto por doce hombres, siete de los cuales eran ex-combatientes húngaros, a cada uno de ellos se les asignó una víctima; dos de ellos se negaron a disparar sobre mujeres y al menos uno de ellos fue deshechado y reemplazado por Ermakov. Los miembros del escuadrón eran Gregori Nikulin, asistente de Yurovsky, Piotr Ermakov asistente de Goloshchekin, Piotr Medveyed, S. Vaganov, Andreas Vergasi, Laszlo Horvath, Víctor Griinfeldt, Imre Nagy, Emile Fekete, Anselm Fischer e Isidor Edelstein.[3]
En la medianoche del 17 de julio el zar junto a los integrantes de la familia fueron llevados al sótano de la Casa Ipátiev donde fueron fusilados, junto a algunos sirvientes cercanos, un médico leal e incluso el perro del niño. El pretexto era que se les iba a tomar una fotografía antes de partir; o se les iba a trasladar.
Nicolás II colocó al heredero en sus rodillas mientras tomaba asiento junto a la zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico a los costados, de pie. Pasaron unos instantes y repentinamente entró Yákov Yurovski con revólver en mano y 17 soldados armados con fusiles a la bayoneta.
Cuando Yákov Yurovski levanta el revólver y declara al zar que el pueblo ruso le ha condenado a muerte, el zar alcanza a balbucear: -" que?"- y le dispara casi a quemarropa. El zar cae instantáneamente muerto, la zarina se alcanza a incorporar haciendo la señal de la cruz y gritando, es muerta de un disparo en plena boca por Yurovski[4] y seguidamente los fusileros realizan una descarga cerrada al resto de la familia. Las hijas, que llevaban corsés apretados y además en su interior estaban cargados con joyas, no mueren inmediatamente y son rematadas a la bayoneta. Anastasia, murió rematada a bayonetazos realizados por Ermakov. El zar murió con 50 años recién cumplidos.
El zarevich sobrevivió a la primera descarga y fue muerto por Yurovski en el remate de moribundos disparádole dos veces a la altura del oído. Una de las sirvientas que no recibió la primera descarga es perseguida dentro de la habitación y rematada a bayonetazos, e incluso la mascota es muerta de un disparo.
Posteriormente los cuerpos son llevados en camiones y depositados en una mina abandonada.
Al día siguiente, Yurovski, temiendo que el rumor sobre el fusilamiento indujera a recuperar los cuerpos, ordenó su traslado y destrucción de los cadáveres por fuego y ácido y arrojarlos a piques de otras excavaciones, ubicadas 12 km fuera de la ciudad, en la mina que se llama "los cuatro hermanos".
Relato de uno de los ejecutores
Para la ejecución se seleccionaron doce hombres con revólveres. Dos de ellos se negaron a disparar contra las mujeres. Cuando llegó el vehículo, todos dormían. Al despertarlos se les explicó que debido a la intranquilidad existente en la ciudad, era necesario trasladarlos del piso superior al inferior. Demoraron media hora en vestirse. Abajo habíamos vaciado una pieza que tenía un tabique de madera estucado, para evitar el rebote. La guardia se encontraba en disposición combativa en el cuarto vecino. Los Romanov no sospechaban nada. El comandante fue a buscarlos en persona y los condujo hacia la pieza. Nicolás llevaba en brazos a Alexis, los demás llevaban almohadillas y otras cosas pequeñas. Al entrar en la habitación vacía, Alejandra Fiódorovna preguntó: "Cómo, ¿no hay ninguna silla? ¿Ni siquiera podemos sentarnos?" (Según el relato de Yurovski, se trajeron dos) Nicolás puso en una a Alexis y en la otra se sentó Alejandra Fiódorovna. A los demás se les ordenó formar una fila. Hecho esto, llamaron al comandante. Cuando este entró, dijo a los Romanov que, como sus parientes en Europa continuaban la ofensiva contra la Rusia soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales había decretado fusilarlos. Nicolás se volvió de espaldas, de cara a su familia, y luego, como recobrándose, se volvió y preguntó: "¿Qué, qué?". El comandante repitió la explicación y ordenó al comando que se preparara. Cada uno sabía de antemano contra quién iba a disparar. La orden era apuntar al corazón para evitar el derramamiento de mucha sangre y terminar más rápido. Nicolás no dijo una sola palabra más, de nuevo se volvió cara a su familia, otros lanzaron exclamaciones incoherentes. Luego comenzaron los disparos, que duraron dos o tres minutos. Nicolás fue muerto por el mismo comandante a quemarropa. Luego murieron Alejandra Fiódorovna y su séquito. En total fueron fusiladas doce personas: Nicolás, Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis, sus cuatro hijas: Olga, Tatiana, María y Anastasia - el doctor Botkin, el criado Trupp, el cocinero Tijomírov, el perro de la familia, otro cocinero y una camarera cuyos nombres el comandante no recuerda.[cita requerida] (En realidad la camarera Anna Demídova).
Comunicado oficial del Soviet de los Urales.
“Decisión del Presídium del Consejo de Diputados, Obreros, Campesinos y Guardias Rojos de los Urales:
En vista del hecho de que bandas checoslovacas amenazan la capital roja de los Urales, Ekaterimburgo, que el verdugo coronado podía escapar al tribunal del pueblo (un complot de la Guardia Blanca para llevarse a toda la familia imperial acaba de ser descubierto) el Presídium del Comité Divisional, cumpliendo con la voluntad del pueblo, ha decidido que el ex zar Nicolás Romanov, culpable ante el pueblo de innumerables crímenes sangrientos, sea fusilado.
La decisión del Presídium del Comité Divisional se llevó a cabo en la noche entre el 16 y 17 de julio."
Endoso del Soviet Central.
"Decisión del Presídium del Comité Central Ejecutivo de Todas las Rusias del 18 de julio.
El Comité Central Ejecutivo de los Consejos de Diputados de Obreros, Campesinos, Guardias Rojos y Cosacos, en la persona de su presidente, aprueba la acción del Presídium del Consejo de los Urales.
El presidente del Comité Central Ejecutivo,
Sverdlov."
El hallazgo de los cuerpos
En 1979, los historiadores Aleksandr Avdonin y Geli Riábov hallaron la posible tumba de la familia imperial en el bosque de Koptiakí. Temiendo informar del descubrimiento, no lo hicieron público hasta años después. El 12 de abril de 1989 los periódicos informaban del hallazgo. La tumba no fue abierta hasta 1991 por las autoridades soviéticas, hallando en su interior nueve cuerpos. Mediante el examen de los esqueletos, los científicos soviéticos concluyeron que faltaban los cuerpos de Alexis y la Gran Duquesa María. Las identificaciones de los esqueletos fueron confirmadas posteriormente mediante análisis de ADN.Con su asesinato (ningún juez o jurado le condenó a muerte, ni ordenó su ejecución) por el movimiento revolucionario de los bolcheviques, durante la Segunda Revolución rusa se extinguió la dinastía Romanov. Está enterrado desde 1997 en la Catedral de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo junto con el resto de la familia imperial y de los demás zares rusos.
En 2007 se anunció el descubrimiento de los cuerpos de María y Alexis,[5] que, tras realizarles las pruebas de ADN, serán enterrados junto a sus padres y hermanas.
viernes, 25 de marzo de 2011
SISTEMA DEMOCRATICO Y ANTIDEMOCRATICO
Desde principios del siglo XIX, Alexis de Toqueville en La democracia en América ya aplaudía la democracia estadounidense no porque había adoptado la democracia como sistema político sino porque a partir de sus raíces sociales había construido un sistema político estable que se reflejaba en la vida cotidiana, en las relaciones de unos con otros y en un sistema de representación que efectivamente representaba a sus ciudadanos. En Latinoamérica, el sistema político no se fundó desde sus raíces sociales, no se construyó un sistema ad hoc a partir de nuestras distintas culturas o a partir de las lógicas de nuestras relaciones sociales. No me aventuro a decir que copiamos y replicamos un sistema que no embonaba con nuestra realidad, sino que hicimos las cosas al revés: adaptamos un sistema político a un sistema social tan heterogéneo que el proceso de asimilación aún nos termina.
Debo aclarar que no deseo que se contemple al sistema estadounidense como un ideal, sino sólo como una referencia puntual. Su sistema democrático desde los tiempos de Toqueville tuvo matices con respecto a la esclavitud y ciertos derechos civiles como la no universalidad del sufragio. A pesar de ello, el punto que deseo resaltar en este artículo es que los países latinoamericanos quisieron construir un sistema democrático social a partir de la implantación de un sistema político y no desde su propia lógica societal. Así, el ideal democrático se postró como sistema político y no como un estilo de vida que compartiera valores como la igualdad, libertad, tolerancia, justicia, participación en asuntos públicos, no discriminación o el respeto a la ley, sino, en ocasiones, todo lo contrario. De esta manera, a la fecha se han estabilizado sistemas democráticos con ciudadanos antidemocráticos.
¿A qué me refiero? Nuestras sociedades están marcadas por un sello de desigualdad con una raíz profunda y de antaño difícil de eliminar, ya sea social, racial o económica. Las libertades individuales son vulneradas cotidianamente al no permitir el ejercicio de los derechos civiles, sociales o políticos. La intolerancia ha sido internalizada en la cotidianidad ante valores o intereses ajenos a los propios. La justicia social no ha podido ser asegurada con una base mínima que responda las necesidades de nuestras sociedades diversas. La participación en asuntos públicos se ha convertido en asunto de unos cuantos y las puertas de acceso están en muchas ocasiones cerradas y pocas apenas entreabiertas. La discriminación se convirtió en una regla tácita en contra de personas con preferencias sexuales distintas, creencias religiosas diferentes, por condición económica o por raza. Finalmente, el respeto a la ley ha sido más un ideal no alcanzado que una realidad fehaciente.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó en 2004 su estudio Democracia en América Latina en el que presenta algunas encuestas con datos reveladores sobre las percepciones ciudadanas hacia la democracia. Por ejemplo, la encuesta arrojó que 55% de los encuestados estaría dispuesto a apoyar un gobierno autoritario a cambio de resolver problemas económicos. Asimismo, el 56% opinó que es más importante el desarrollo económico que la democracia. El mismo estudio demuestra que desde el nivel de educación secundaria la mayoría de los estudiantes demuestran poca confianza hacia las instituciones, baja participación, desconexión con valores democráticos y desconocimiento de procedimientos y exigencias democráticas.
En México, la Secretaría de Gobernación realizó la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) con el fin de conocer los valores, actitudes y percepciones de los ciudadanos del sistema político mexicano. El estudio resultó aún más ilustrativo, pues reflejó los valores de los mexicanos en su relación con los demás y de éstos con el gobierno. Por ejemplo, uno de los supuestos básicos de la democracia es aceptar que vivimos en sociedades plurales con valores e interés diversos e incluso opuestos, y que luchamos y debemos respetar las libertades individuales. Así, en cuanto a percepciones relacionadas con tolerancia y no discriminación, la ENCUP ha arrojado que el 76% afirma que los mexicanos discriminamos por clase social, el 73% por preferencias sexuales, el 54% por preferencias políticas y el 58% por preferencias religiosas. Relacionado con la participación, sólo el 13.6% de la población ha firmado o ha participado en juntar firmas vecinales para resolver problemas públicos, 12.3% ha participado directamente para resolver problemas de su comunidad y únicamente el 9.8% ha participado en procesos de toma de decisiones de su comunidad. En cuanto a qué tanto conocen el sistema político, la encuesta arrojó que el 52% de la población no sabe cuáles son los poderes de la Unión; y otro dato más grave aún es que el 67% de los mexicanos cree que violamos las reglas porque nadie nos castiga.
Este último dato refleja la percepción de un sistema político y legal que funciona por medio de incentivos negativos como la sanción, donde si no existen los mecanismos eficaces que aseguren el apego a la ley, la probabilidad de violar las reglas son bastante altas. Entonces, una cuestión tan sencilla como el respeto al prójimo se quebranta cuando nadie castiga al agresor. Es cierto que sin un Estado que aseguré el respeto a la ley -así como ciudadanos que la pasan por alto porque les reporta mayores beneficios que apegarse a ella-, el sistema democrático comienza a perder todo sentido, pues las relaciones entre ciudadanos y entre éstos y el gobierno se basan en la desconfianza con una baja expectativa de reciprocidad.
La Directora Regional para América Latina y el Caribe, Rebeca Grynspan, apuntaba en 2008 que “referirse a una ciudadanía que incorpore los derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales pone en la discusión central el tipo de Estado que está detrás de esta ciudadanía y el tipo de instituciones que se requieren para expandir, consagrar y garantizar esos derechos.” Esta aseveración alude al argumento inicial sobre la necesidad de una sociedad civil democrática que construya un sistema democrático y no viceversa.
Finalmente es necesario preguntarse cómo avanzar en la construcción institucional que requiere una democracia de ciudadanía; cómo transitar a sistemas democráticos con ciudadanos democráticos; o simplemente cómo llegar a aquel sistema deseado en el que logremos adaptarnos a un sistema democrático que permee en la sociedad como un estilo de vida y no sólo como un sistema político.
Debo aclarar que no deseo que se contemple al sistema estadounidense como un ideal, sino sólo como una referencia puntual. Su sistema democrático desde los tiempos de Toqueville tuvo matices con respecto a la esclavitud y ciertos derechos civiles como la no universalidad del sufragio. A pesar de ello, el punto que deseo resaltar en este artículo es que los países latinoamericanos quisieron construir un sistema democrático social a partir de la implantación de un sistema político y no desde su propia lógica societal. Así, el ideal democrático se postró como sistema político y no como un estilo de vida que compartiera valores como la igualdad, libertad, tolerancia, justicia, participación en asuntos públicos, no discriminación o el respeto a la ley, sino, en ocasiones, todo lo contrario. De esta manera, a la fecha se han estabilizado sistemas democráticos con ciudadanos antidemocráticos.
¿A qué me refiero? Nuestras sociedades están marcadas por un sello de desigualdad con una raíz profunda y de antaño difícil de eliminar, ya sea social, racial o económica. Las libertades individuales son vulneradas cotidianamente al no permitir el ejercicio de los derechos civiles, sociales o políticos. La intolerancia ha sido internalizada en la cotidianidad ante valores o intereses ajenos a los propios. La justicia social no ha podido ser asegurada con una base mínima que responda las necesidades de nuestras sociedades diversas. La participación en asuntos públicos se ha convertido en asunto de unos cuantos y las puertas de acceso están en muchas ocasiones cerradas y pocas apenas entreabiertas. La discriminación se convirtió en una regla tácita en contra de personas con preferencias sexuales distintas, creencias religiosas diferentes, por condición económica o por raza. Finalmente, el respeto a la ley ha sido más un ideal no alcanzado que una realidad fehaciente.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó en 2004 su estudio Democracia en América Latina en el que presenta algunas encuestas con datos reveladores sobre las percepciones ciudadanas hacia la democracia. Por ejemplo, la encuesta arrojó que 55% de los encuestados estaría dispuesto a apoyar un gobierno autoritario a cambio de resolver problemas económicos. Asimismo, el 56% opinó que es más importante el desarrollo económico que la democracia. El mismo estudio demuestra que desde el nivel de educación secundaria la mayoría de los estudiantes demuestran poca confianza hacia las instituciones, baja participación, desconexión con valores democráticos y desconocimiento de procedimientos y exigencias democráticas.
En México, la Secretaría de Gobernación realizó la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) con el fin de conocer los valores, actitudes y percepciones de los ciudadanos del sistema político mexicano. El estudio resultó aún más ilustrativo, pues reflejó los valores de los mexicanos en su relación con los demás y de éstos con el gobierno. Por ejemplo, uno de los supuestos básicos de la democracia es aceptar que vivimos en sociedades plurales con valores e interés diversos e incluso opuestos, y que luchamos y debemos respetar las libertades individuales. Así, en cuanto a percepciones relacionadas con tolerancia y no discriminación, la ENCUP ha arrojado que el 76% afirma que los mexicanos discriminamos por clase social, el 73% por preferencias sexuales, el 54% por preferencias políticas y el 58% por preferencias religiosas. Relacionado con la participación, sólo el 13.6% de la población ha firmado o ha participado en juntar firmas vecinales para resolver problemas públicos, 12.3% ha participado directamente para resolver problemas de su comunidad y únicamente el 9.8% ha participado en procesos de toma de decisiones de su comunidad. En cuanto a qué tanto conocen el sistema político, la encuesta arrojó que el 52% de la población no sabe cuáles son los poderes de la Unión; y otro dato más grave aún es que el 67% de los mexicanos cree que violamos las reglas porque nadie nos castiga.
Este último dato refleja la percepción de un sistema político y legal que funciona por medio de incentivos negativos como la sanción, donde si no existen los mecanismos eficaces que aseguren el apego a la ley, la probabilidad de violar las reglas son bastante altas. Entonces, una cuestión tan sencilla como el respeto al prójimo se quebranta cuando nadie castiga al agresor. Es cierto que sin un Estado que aseguré el respeto a la ley -así como ciudadanos que la pasan por alto porque les reporta mayores beneficios que apegarse a ella-, el sistema democrático comienza a perder todo sentido, pues las relaciones entre ciudadanos y entre éstos y el gobierno se basan en la desconfianza con una baja expectativa de reciprocidad.
La Directora Regional para América Latina y el Caribe, Rebeca Grynspan, apuntaba en 2008 que “referirse a una ciudadanía que incorpore los derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales pone en la discusión central el tipo de Estado que está detrás de esta ciudadanía y el tipo de instituciones que se requieren para expandir, consagrar y garantizar esos derechos.” Esta aseveración alude al argumento inicial sobre la necesidad de una sociedad civil democrática que construya un sistema democrático y no viceversa.
Finalmente es necesario preguntarse cómo avanzar en la construcción institucional que requiere una democracia de ciudadanía; cómo transitar a sistemas democráticos con ciudadanos democráticos; o simplemente cómo llegar a aquel sistema deseado en el que logremos adaptarnos a un sistema democrático que permee en la sociedad como un estilo de vida y no sólo como un sistema político.
PAZ DE VERSALLES
El Tratado de Versalles fue un tratado de paz firmado al final de la Primera Guerra Mundial que oficialmente puso fin al estado de guerra entre Alemania y los Países Aliados. Fue firmado el 28 de junio de 1919 en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles, exactamente cinco años después del asesinato del archiduque Francisco Fernando, uno de los principales acontecimientos que habían desencadenado la guerra. A pesar de que el armisticio fue firmado meses antes (11 de noviembre de 1918) para poner fin a los combates en el campo de batalla, se necesitaron seis meses de negociaciones en la Conferencia de Paz de París para concluir el tratado de paz. El Tratado de Versalles entró en vigor el 10 de enero de 1920.
De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que Alemania y sus aliados aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y, bajo los términos de los artículos 231-248,[1] deberían desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar enormes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. El Tratado de Versalles fue socavado tempranamente por acontecimientos posteriores a partir de 1922 y fue ampliamente violado en Alemania en los años treinta con la llegada al poder de Adolf Hitler.
Alemania liquidó el pago de las reparaciones de guerra en 1983, pero todavía quedaba pendiente el abono de los intereses generados desde la aprobación del tratado, que ascendían a 125 millones de euros (cambio de 2010). Dichos intereses no podían ser abonados hasta que Alemania no estuviese reunificada, dándosele para ello 20 años a partir de ese momento. Por aquellos días se creía que nunca iban a ser abonados, pero, tras procederse a la reunificación del país, se fijó el 3 de octubre como fecha de inicio de esos 20 años. Finalmente, Alemania liquidó totalmente las reparaciones de guerra el 3 de octubre de 2010.
Las discusiones de los términos de la paz empezaron el 18 de enero de 1919, y fue presentado ante Alemania en mayo siguiente como única alternativa; su rechazo habría implicado la reanudación de las hostilidades. El día después de la aceptación del Tratado, el 23 de junio de 1919, fue día de luto en Alemania, considerado como la primera gran derrota del parlamentarismo y el "pecado original" de la recién formada República de Weimar.
Tanto la delegación alemana como el gobierno alemán consideraron el Tratado de Versalles como un dictado (Diktat) impuesto a la fuerza sin un mecanismo de consulta o participación. De hecho, el conde Ulrich Brockdorff von Rantzau (quien dirigió la delegación alemana) se vio imposibilitado de negociar nada en la conferencia. Particularmente molesto fue el precepto, incorporado en el Tratado, de la culpa y responsabilidad de Alemania en la iniciación de la guerra. Esto se convirtió en un elemento de tensión en la política interna en Alemania entre la derecha y los grupos nacionalistas —que rechazaban de plano todo el Tratado, siendo partidarios de su revocación—, y el centro liberal y los socialdemócratas —que trataban de suavizar las cláusulas más perjudiciales contra Alemania y otros países.
El tratado estableció la creación de la Sociedad de Naciones (SDN), un objetivo prioritario del presidente de los Estados Unidos. El propósito de esta organización era mediar como árbitro en los conflictos entre las naciones para prevenir que se llegara a un enfrentamiento bélico. Se prohibió el ingreso a Alemania.
Lettieri, Alberto (2008). «cap 13» (en español). La civilización en debate. Prometeoeditorial. pp. 186 - 187. «Los acuerdos que se firmaron en Versalles no respetaron el espíritu de las negociaciones secretas realizadas entre Inglaterra y Alemania en el Tratado de Brest-Litovsk, ya que a Alemania se le expropiaron todas sus posesiones territoriales en el exterior, los territorios de Alsacia y Lorena, se le prohibió tener aviación y se limitó el número de hombres de sus fuerzas armadas a 100.000 y además se planteó una suma indeterminada en concepto de resarcimiento por daños de guerra, que podría ser pagada no sólo en metálico, sino también en producción industrial.»
Otros requerimientos exigían a Alemania la pérdida de la soberanía sobre sus colonias (administrativa) y otros territorios.
Las duras condiciones impuestas a Alemania fueron utilizadas por el nazismo para alcanzar el poder y como pretexto para su política expansionista posterior.
De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que Alemania y sus aliados aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y, bajo los términos de los artículos 231-248,[1] deberían desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar enormes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. El Tratado de Versalles fue socavado tempranamente por acontecimientos posteriores a partir de 1922 y fue ampliamente violado en Alemania en los años treinta con la llegada al poder de Adolf Hitler.
Alemania liquidó el pago de las reparaciones de guerra en 1983, pero todavía quedaba pendiente el abono de los intereses generados desde la aprobación del tratado, que ascendían a 125 millones de euros (cambio de 2010). Dichos intereses no podían ser abonados hasta que Alemania no estuviese reunificada, dándosele para ello 20 años a partir de ese momento. Por aquellos días se creía que nunca iban a ser abonados, pero, tras procederse a la reunificación del país, se fijó el 3 de octubre como fecha de inicio de esos 20 años. Finalmente, Alemania liquidó totalmente las reparaciones de guerra el 3 de octubre de 2010.
Historia
Al finalizar la Primera Guerra Mundial y declararse el armisticio, los Aliados (Francia, Reino Unido y Estados Unidos, así como representantes de sus aliados durante la guerra) se reunieron en la Conferencia de Paz de París para acordar los términos de la paz con Alemania, el desaparecido Imperio austrohúngaro (entonces ya dividido en la República de Austria, Hungría y Checoslovaquía, así como perdidas territoriales a favor de Rumanía, Italia, y las nuevas Polonia y Yugoslavia), el decadente Imperio otomano y el Reino de Bulgaria. Los Aliados redactaron y firmaron tratados por cada uno de las potencias vencidas; el Tratado de Versalles fue el que se le impuso a Alemania.Las discusiones de los términos de la paz empezaron el 18 de enero de 1919, y fue presentado ante Alemania en mayo siguiente como única alternativa; su rechazo habría implicado la reanudación de las hostilidades. El día después de la aceptación del Tratado, el 23 de junio de 1919, fue día de luto en Alemania, considerado como la primera gran derrota del parlamentarismo y el "pecado original" de la recién formada República de Weimar.
Tanto la delegación alemana como el gobierno alemán consideraron el Tratado de Versalles como un dictado (Diktat) impuesto a la fuerza sin un mecanismo de consulta o participación. De hecho, el conde Ulrich Brockdorff von Rantzau (quien dirigió la delegación alemana) se vio imposibilitado de negociar nada en la conferencia. Particularmente molesto fue el precepto, incorporado en el Tratado, de la culpa y responsabilidad de Alemania en la iniciación de la guerra. Esto se convirtió en un elemento de tensión en la política interna en Alemania entre la derecha y los grupos nacionalistas —que rechazaban de plano todo el Tratado, siendo partidarios de su revocación—, y el centro liberal y los socialdemócratas —que trataban de suavizar las cláusulas más perjudiciales contra Alemania y otros países.
El tratado estableció la creación de la Sociedad de Naciones (SDN), un objetivo prioritario del presidente de los Estados Unidos. El propósito de esta organización era mediar como árbitro en los conflictos entre las naciones para prevenir que se llegara a un enfrentamiento bélico. Se prohibió el ingreso a Alemania.
Lettieri, Alberto (2008). «cap 13» (en español). La civilización en debate. Prometeoeditorial. pp. 186 - 187. «Los acuerdos que se firmaron en Versalles no respetaron el espíritu de las negociaciones secretas realizadas entre Inglaterra y Alemania en el Tratado de Brest-Litovsk, ya que a Alemania se le expropiaron todas sus posesiones territoriales en el exterior, los territorios de Alsacia y Lorena, se le prohibió tener aviación y se limitó el número de hombres de sus fuerzas armadas a 100.000 y además se planteó una suma indeterminada en concepto de resarcimiento por daños de guerra, que podría ser pagada no sólo en metálico, sino también en producción industrial.»
Otros requerimientos exigían a Alemania la pérdida de la soberanía sobre sus colonias (administrativa) y otros territorios.
Las duras condiciones impuestas a Alemania fueron utilizadas por el nazismo para alcanzar el poder y como pretexto para su política expansionista posterior.
PAZ ARMADA
La paz armada (1870-1914) fue una de las causas más notorias de la Primera Guerra Mundial. Las continuas tensiones entre Estados a causa de conflictos tanto nacionalistas como imperialistas dieron lugar a que cada Estado destinara gran cantidad del capital estatal a la inversión de la industria de armamento y al fomento del ejército. Todo ello dio lugar a un complejo sistema de alianzas en las que las naciones se hallaban en conflicto sin estar en guerra. Paz armada es un notable oxímoron (términos contradictorios).
Consecuencias
Todas estas hostilidades entre Estados tanto por conflictos nacionalistas como por conflictos coloniales se vieron reforzadas por conflictos hegemónicos. Gran Bretaña había sido la primera potencia mundial durante la Primera revolución industrial y Alemania lo había sido en la Segunda. Además ambos países poseían una flota naval en continuas fricciones que traían conflictos una y otra vez. Esta situación de hostilidad entre Estados creó un complejo sistema de alianzas: La Triple Entente, formada en principio por Francia, Gran Bretaña y Rusia; y la Triple Alianza, formada por Alemania, el Imperio Austrohúngaro e Italia.LA LIGA BALCANICA
La Liga Balcánica fue una alianza formada por Serbia, Montenegro, Grecia y Bulgaria en 1912 con el fin de destruir los últimos restos del Imperio otomano en el continente europeo.
En los últimos días de septiembre (menos de un mes antes de terminar el conflicto con los italianos) tanto los integrantes de la Liga como los comandantes del Imperio otomano en Europa movilizaron sus tropas. Montenegro declaró la guerra el 8 de octubre y el resto lo hizo 9 días después tras enviar un ultimátum a Constantinopla.
La guerra fue un éxito casi total para los ejércitos de la Liga, que cosecharon una victoria tras otra y conquistaron todos los dominios turcos en Europa salvo Albania (que se rebeló por cuenta propia contra los otomanos, proclamando su independencia) y la franja de terreno en torno a Galípoli y Constantinopla. Sin embargo, esta fácil victoria resultó ser un caramelo envenenado, pues en seguida nacieron disputas internas entre quienes habían sido firmes aliados. Menos de un año después los tratados se rompieron y Grecia y Serbia, ayudados por Rumania e, irónicamente, el Imperio otomano, atacaron a quien había conseguido conquistar más territorios en la campaña anterior: Bulgaria. Serbia y Grecia se repartieron entonces el control de Macedonia, Rumania ganó Dobruja Meridional y Turquía consiguió recuperar un buen pedazo de Tracia (incluida la importante plaza de Edirne) con relativa facilidad. Todos los países implicados volvieron a combatir entre sí por los mismos territorios tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.
Antecedentes
La liga nació de forma un tanto improvisada, como reacción frente a la fácil derrota de los otomanos en la Guerra Ítalo-Turca de 1911-12, un hecho que les costó Libia y el Dodecaneso. Los estados balcánicos vieron una oportunidad inmejorable para atacar al enemigo turco, aturdido y sumido en el caos interno tras la derrota, y conseguir por fin los territorios que sus sectores más nacionalistas ansiaban. Los contactos fueron decisivamente agilizados por la implicación de agentes rusos en la trama, quienes pretendían aumentar la influencia de su propio país en la zona, para disgusto y temor por igual de su principal competidor, el Imperio austrohúngaro, y su más firme aliada, Francia; ambas potencias se encontraron sorprendentemente unidas en un llamamiento a la calma dirigido a los países balcánicos, pero éstos no las escucharon.La alianza
La primera piedra de la alianza consistió en el acuerdo de defensa bilateral suscrito por Bulgaria y Serbia el 13 de marzo de 1912, cuando la guerra entre turcos e italianos estaba todavía en auge, y que dos meses después se convirtió en una alianza militar plena. Grecia, que había fracasado en 1897 al intentar doblegar a los turcos en solitario y también ambicionaba una parte del pastel no quiso quedarse atrás, por lo que propuso a su vez otra alianza defensiva a Bulgaria que se materializó tras la firma del Tratado de Sofía suscrito el 29 de mayo de 1912. Poco después Bulgaria llegó a un acuerdo similar con Montenegro, completando la red de alianzas en contra de Turquía.En los últimos días de septiembre (menos de un mes antes de terminar el conflicto con los italianos) tanto los integrantes de la Liga como los comandantes del Imperio otomano en Europa movilizaron sus tropas. Montenegro declaró la guerra el 8 de octubre y el resto lo hizo 9 días después tras enviar un ultimátum a Constantinopla.
La guerra fue un éxito casi total para los ejércitos de la Liga, que cosecharon una victoria tras otra y conquistaron todos los dominios turcos en Europa salvo Albania (que se rebeló por cuenta propia contra los otomanos, proclamando su independencia) y la franja de terreno en torno a Galípoli y Constantinopla. Sin embargo, esta fácil victoria resultó ser un caramelo envenenado, pues en seguida nacieron disputas internas entre quienes habían sido firmes aliados. Menos de un año después los tratados se rompieron y Grecia y Serbia, ayudados por Rumania e, irónicamente, el Imperio otomano, atacaron a quien había conseguido conquistar más territorios en la campaña anterior: Bulgaria. Serbia y Grecia se repartieron entonces el control de Macedonia, Rumania ganó Dobruja Meridional y Turquía consiguió recuperar un buen pedazo de Tracia (incluida la importante plaza de Edirne) con relativa facilidad. Todos los países implicados volvieron a combatir entre sí por los mismos territorios tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.
TRIPLE ALIANZA
La Triple Alianza (dreimal bundmiss, en alemán) fue el nombre que recibió la coalición inicialmente integrada por el Imperio Alemán y el Imperio austrohúngaro por iniciativa de Otto von Bismarck, a la que posteriormente se uniría Italia, aunque también se invitó al Imperio ruso a formar parte de ella.
Cuando Rusia unió fuerzas con el Reino Unido y Francia para formar la Triple Entente, Alemania y Austria-Hungría buscaron al Reino de Italia como reemplazo en 1887, por lo que los integrantes de esta coalición pasaron a ser conocidos como los "imperios centrales", en alusión a su situación geopolítica en Europa. Tras optar inicialmente por Austria-Hungría, y ante la imposibilidad de mantener a la vez una alianza con Viena y San Petersburgo -enfrentadas en los Balcanes- Bismarck encontró en el Reino de Italia el esperado aliado contra Francia.
Los tres países acordaron apoyarse, en caso de ser atacados por Francia o por Rusia. El tratado fue reafirmado varias veces hasta 1913, aunque la posición italiana, como se vio al comenzar la guerra, era cada vez más incómoda. Finalmente, y tras varias batallas donde se cobraron miles de vidas, el Reino de Italia decidió combatir del lado de los aliados en 1916, rompiéndose así esta coalición y pasando a formar parte de la Triple Entente.
A Italia se le prometieron varios territorios a través del tratado de Londres que no fueron otorgados en la conferencia de París (razón por la cual Benito Mussolini ingresó al lado del Eje en la Segunda Guerra Mundial) generando un descontento nacionalista, mientras que el Imperio otomano se unió a los imperios centrales. La guerra terminó con la derrota de la Triple Alianza, que se disolvió para siempre.
Cuando Rusia unió fuerzas con el Reino Unido y Francia para formar la Triple Entente, Alemania y Austria-Hungría buscaron al Reino de Italia como reemplazo en 1887, por lo que los integrantes de esta coalición pasaron a ser conocidos como los "imperios centrales", en alusión a su situación geopolítica en Europa. Tras optar inicialmente por Austria-Hungría, y ante la imposibilidad de mantener a la vez una alianza con Viena y San Petersburgo -enfrentadas en los Balcanes- Bismarck encontró en el Reino de Italia el esperado aliado contra Francia.
Italia, el recambio
Por un lado, Otto Von Bismarck consideraba su principal objetivo diplomático mantener el aislamiento de Francia; por otro lado, Italia pensaba que su adhesión a la Alianza y su asociación a Alemania eran el mejor camino para acceder al rango de gran potencia. Italia estaba descontenta por la actitud francesa (y mas tarde alemana) ante sus aspiraciones coloniales en Túnez y el Cuerno de África, y posteriormente se añadiría un problema por los intereses contrapuestos sobre el dominio del Trentino entre Austria-Hungría e Italia (ver Irredentismo).Los tres países acordaron apoyarse, en caso de ser atacados por Francia o por Rusia. El tratado fue reafirmado varias veces hasta 1913, aunque la posición italiana, como se vio al comenzar la guerra, era cada vez más incómoda. Finalmente, y tras varias batallas donde se cobraron miles de vidas, el Reino de Italia decidió combatir del lado de los aliados en 1916, rompiéndose así esta coalición y pasando a formar parte de la Triple Entente.
A Italia se le prometieron varios territorios a través del tratado de Londres que no fueron otorgados en la conferencia de París (razón por la cual Benito Mussolini ingresó al lado del Eje en la Segunda Guerra Mundial) generando un descontento nacionalista, mientras que el Imperio otomano se unió a los imperios centrales. La guerra terminó con la derrota de la Triple Alianza, que se disolvió para siempre.
Fin de la Triple Alianza
Después de la Primera Guerra Mundial las potencias centrales fueron sometidas a sanciones aplastantes mientras que Italia no fue intervenida a pesar de haber tenido una antigua alianza con las otras dos.TRIPLE ENTENTE
La Triple Entente fue una coalición conformada por la alianza franco-rusa de 1871, la Entente Cordiale franco-británica de 1903 y el acuerdo anglo-ruso de 1907.
La nueva potencia mundial, Alemania, gobernada por Guillermo II, en 1890 consiguió que tres potencias que tenían importantes diferencias entre sí, Francia, Reino Unido y el Imperio ruso, se aproximaran y terminaran por coaligarse como la Aliada Mayor Nacionalista para hacer frente a la Triple Alianza del Imperio alemán, Imperio austrohúngaro e Italia.
En 1907, no nos hallamos aún ante una alianza en sentido estricto, los británicos, en especial, trataron de mantenerse libres de obligaciones. Sin embargo, las sucesivas crisis que fueron jalonando el camino hacia la I Guerra mundial fueron haciendo cada vez más sólida la Entente.
La crisis definitiva del verano de 1914 demostró el funcionamiento de la alianza al terminar implicando en el conflicto a las tres potencias signatarias.
Tras el abandono de la Triple Alianza por parte de Italia en 1915, ésta se uniría a la Entente por sus intereses y por la inconformidad que sentía al no tener garantías en la Triple Alianza
La nueva potencia mundial, Alemania, gobernada por Guillermo II, en 1890 consiguió que tres potencias que tenían importantes diferencias entre sí, Francia, Reino Unido y el Imperio ruso, se aproximaran y terminaran por coaligarse como la Aliada Mayor Nacionalista para hacer frente a la Triple Alianza del Imperio alemán, Imperio austrohúngaro e Italia.
En 1907, no nos hallamos aún ante una alianza en sentido estricto, los británicos, en especial, trataron de mantenerse libres de obligaciones. Sin embargo, las sucesivas crisis que fueron jalonando el camino hacia la I Guerra mundial fueron haciendo cada vez más sólida la Entente.
La crisis definitiva del verano de 1914 demostró el funcionamiento de la alianza al terminar implicando en el conflicto a las tres potencias signatarias.
Tras el abandono de la Triple Alianza por parte de Italia en 1915, ésta se uniría a la Entente por sus intereses y por la inconformidad que sentía al no tener garantías en la Triple Alianza
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